miércoles, 10 de junio de 2015

Debemos ser el mejor ejemplo de lo que deseamos y predicamos - Miguel A. Terán‏

Planteaba el escritor británico Oliver Goldsmith que podemos dar un mejor sermón con nuestra vida que con nuestros labios. Erróneamente, existen quienes consideran que el mal ejemplo pasa desapercibido, pero con seguridad no es así, porque algo queda. No debemos juzgar nuestras acciones como insignificantes, ni de impacto temporal o puntual, porque alguien podría copiar nuestro ejemplo, para bien o para mal y hacerlas perdurar en el tiempo. 
La SantaTeresa de Calcuta decía "No te preocupes porque tus hijos no te escuchan, ellos te observan todo el día". Muchas de nuestras diarias actitudes y conductas, son expuestas o expresadas ante nuestros hijos, sin conciencia de que ellos aprenderán más de esa manera, con nuestro ejemplo,  que a través de largos sermones. 
“Los malos ejemplos son más dañinos que los crímenes”, expresaba el escritor y pensador político francés Barón de Montesquieu. La razón de esta afirmación de Montesquieu, podríamos asociarla a que no sabemos hasta donde llega el daño de un mal ejemplo; incluso, podría pasar de generación en generación. Muchos individuos tóxicos provienen de estructuras familiares y sociales tóxicas.  
Cantidad de mensajes que pretenden educar, logran lo contrario al estar planteados de manera incorrecta, por ejemplo, podemos regañar a nuestros hijos, diciéndoles “Te he dicho un millón de veces que no exageres”, con seguridad será imposible para ellos alcanzar esa cifra de reclamos de nuestra parte, mientras que el mensaje de exagerar fue ratificado. 
Definitivamente, como expresó el político y economista francés Anne Robert Jacques Turgot  “El principio de la educación es predicar con el ejemplo”. El reconocido científico Albert Einstein lo ratificaba afirmando que “Dar ejemplo no es la principal manera de influir sobre los demás; es la única manera”. 
Deseamos que ocurran muchas cosas buenas pero no actuamos en línea con ese deseo. En innumerables oportunidades caminamos por un lado y hablamos por otro. Expresaba el sabio Buda “Como flores hermosas, con color, pero sin aroma, son las dulces palabras para el que no obra de acuerdo con ellas”. Todos hemos tenido la oportunidad de escuchar a alguien criticando  una situación o problema, con absoluta seguridad y firmeza, cuando esa persona en opinión de todos es el mejor ejemplo del referido problema. La soberbia e ignorancia de estas personas les impide conocerse a sí mismas. El escritor estadounidense Gregg Braden nos recuerda “Si queremos ver paz, tolerancia, entendimiento y compasión debemos convertirnos en eso”.

Entonces, caminemos por el mismo lugar donde hablamos, predicando con nuestro ejemplo.

Junio 11, 2015.

Miguel A. Terán
Twitter: @MiguelATeranO
Nota: imagen extraída de la web
Referencias: Tomadas de Wikipedia + RAE (Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española).


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