“El mejor límite para el dinero es el que no
permite caer en la pobreza ni alejarse mucho de ella”.
Lucio Anneo Séneca (4 AC –65 DC). Filósofo,
político, orador y escritor romano. Figura predominante de su tiempo.
REFLEXIÓN: Decía Mahatma Gandhi que “En la tierra
hay suficiente para satisfacer las necesidades de todos, pero no tanto
como para satisfacer la avaricia de algunos”. No sabemos con precisión en qué
momento del tiempo comenzó la lucha entre lo material y lo humano, surgiendo un
rechazo mutuo entre ambos conceptos, cuando en realidad son complementarios.
Quizá el problema surgió y se conserva vigente, porque no hemos comprendido la
necesidad de llevar en similar tono lo material y lo humano, y dentro de éste último
lo espiritual, para lograr ese necesario equilibrio.
Durante siglos, grandes pensadores y filósofos,
han hecho referencia a que el dinero y lo material posee a quien cree
poseerlos. El filósofo contemporáneo español Fernando Savater lo expresa
breve y adecuadamente cuando afirma “Lo que posees te posee”. Uno de los
riesgos de enfocarnos en la búsqueda de lo material es llegar a la avaricia,
ese afán y desespero de poseer y adquirir riquezas, básicamente para
atesorarlas. El famoso psicólogo y filósofo humanista Erich Fromm
reconocía que “La avaricia es un pozo sin fondo que agota a la persona en un
esfuerzo interminable por satisfacer sus necesidades, sin llegar nunca a
conseguirlo”.
Aquí surge la diferencia entre necesidades y
deseos, adecuadamente definida por el psicólogo Walter Riso, cuando refiere que
las necesidades son naturales, mientras que los deseos ni son naturales ni son
necesarios, porque son producto de un aprendizaje social. Los deseos nos llevan
a confundir medios con fines. El filósofo, político, abogado y escritor inglés
Francis Bacon expresaba que “El dinero es como el estiércol: no es bueno a no
ser que se esparza”. Parafraseando al
ensayista francés Joseph Joubert, debemos comprender que el dinero es
abono y no cosecha.
El mismo Savater reconoce que “En el avaro el
futuro mata el presente”. El avaro considera que hay algo más allá que se debe
obtener y que ya habrá tiempo para dedicarlo a otras cosas. Cuando ese deseo de
poseer poder, riqueza o fama nos supera y aleja de otros aspectos humanos y
espirituales, ya estaremos en camino a perder la paz.
En estos tiempos y en muchas de las
actividades de hoy día, parece que se han extraviado los límites. El afán de
acumular ha convertido al famoso personaje de Disney “El tío Rico McPato” o el
“Tío Gilito”, en un espécimen usual de la fauna humana, un viejo rico, tacaño y
de corazón duro, aunque ya no siempre es un viejo porque hay versiones de todas
las edades y sexo. Nos hemos llenado de héroes, o quizá de anti-héroes, de
los cuales poco parece importar sus valores y otros aspectos humanos, y menos
sus espirituales; pero nos atrae su “éxito”.
Con el dinero se pretende comprar amistades,
amores, fidelidades y más. Existen individuos quienes pretenden buscarle a
“todo y a todos” una etiqueta, en la errónea consideración de que todo se puede
comprar.
De ninguna manera puede afirmarse que el dinero es
bueno o malo, simplemente es neutro, su polaridad, positiva o negativa,
dependerá de lo que estemos dispuestos a hacer para conseguirlo y conservarlo,
así como el uso que le demos; pero sobre todo en el tipo de individuo en quien
nos convertimos mientras lo buscamos. El poeta reflexivo romano Horacioafirmaba que “Los límites son sanos y que ha de haber
medida en las cosas, y, finalmente, hay ciertos límites, más allá de los cuales
el bien no puede subsistir”.
“La bebida apaga la sed, la comida satisface el
hambre; pero el oro no apaga jamás la avaricia”, fueron palabras de Plutarco,
el historiador y filósofo griego. “No estimes el dinero en más ni en
menos de lo que vale, porque es un buen siervo y un mal amo”, nos
recordaba el escritor francés Alejandro Dumas, autor de la famosa obra El Conde
Montecristo.
Caer en la pobreza nos aleja y hace perder
contacto con el dinero y la paz que éste representa, al impedir que disfrutemos
de ciertas condiciones de vida, por lo cual no debería ser una alternativa
válida para ningún ser humano. Por el contrario, tener demasiado tampoco es
sano, ya que nos aleja de otros aspectos importantes para vivir. El adecuado
balance entre nivel de vida y calidad de vida es ese punto de equilibrio que
debemos cuidar con celo, porque es fácil perderlo en el camino.
El escritor francés Marqués de Vauvenargues
afirmaba que ”No es verdad que se haya hecho fortuna cuando no se sabe
disfrutar de ella”. Se nos ha
pretendido vender la idea que no existen límites y que los límites están
asociados con temor y falta de coraje, pero no siempre es así, porque tal cual
refiere un autor anónimo “La diferencia entre genialidad y estupidez, es que la
genialidad tiene límites”.
Vivir sin límites es estar desbocarnos y correr el
riesgo de perder el control de nuestra propia vida. “Un hombre es rico en
proporción a las cosas que puede desechar”, expresaba el escritor, filósofo y pensador
estadounidense Henry David Thoreau. Las sabias palabras del Co-fundador de la
Corporación japonesa Sony, Akio Morita, constituyen un valioso mensaje: “Saber
cuándo detenerse o continuar es la clave del éxito”.
En resumen, debemos luchar para lograr la adecuada
armonía, balance y equilibrio entre lo material, humano y espiritual, evitando
que la búsqueda ilimitada de un nivel de vida disminuya o acabe con la calidad
de nuestra vida.
Miguel A. Terán
Blog: www. miguelterancoach.blogspot.com
Twitter: @MiguelATeranO
Nota: imagen extraída de la web (e-consulta)
Referencias: Tomadas de Wikipedia + RAE
(Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española).
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