“Las recetas rápidas no funcionan. Todo cambio
duradero requiere tiempo y esfuerzo”.
Robin S. Sharma (n. 1965). Experto canadiense en
liderazgo y desarrollo personal.
REFLEXIÓN: Decía el escritor uruguayo Eduardo
Galeano «Al fin y al cabo, somos lo que hacemos para cambiar lo que somos».
Entonces, si lo que hacemos para cambiar está basado en soluciones rápidas,
de “microondas” o al estilo del negocio de comida rápida o “fast food”;
tal vez, no conseguiremos ningún cambio valioso ni sustentable en el
tiempo. Un refrán popular expresa su sabiduría afirmando “A camino largo, paso
corto”.
Hemos pretendido llevar ese concepto de
micro-ondas o de “comida rápida” a la vida personal, familiar, laboral, de
negocios y social, y en general a todo. Parece que el único interés
es disponer o contar con herramientas para “resolver” y obtener
“resultados” de manera rápida. De allí la razón para que las recetas de cocina
hayan salido del ámbito alimenticio, y ahora ese esquema se pretende utilizar
en todo. No se requieren muy elaboradas, algo rápido, que nos enseñe a
criar maravillosamente a nuestros hijos en tres pasos, a desarrollar una
excelente relación de pareja en cinco pasos, a crear relaciones maravillosas en
cinco pasos, a buscar y encontrar el trabajo ideal en dos pasos, y así
por el estilo.
En contravía, un proverbio chino refiere “No
importa que conozcas la receta, debes también conocer el orden que llevan los
ingredientes”; y para ello, se requiere tiempo. Parafraseando al pedagogo
y escritor estadounidense Laurence J. Peter, creador del Principio de
Peter, algunas veces no sabemos adónde vamos, pero estamos decididos a
establecer un récord de velocidad para llegar allí.
El autor y orador estadounidense Stephen Covey
refería que “Vivimos en una sociedad moderna a la cual le agradan las técnicas
que proporcionan atajos. No obstante, no se llega a la calidad de vida tomando
un atajo”, es más importante lo que hacemos y la forma en que lo hacemos que la
velocidad con la cual lo hacemos. Si tomamos el rumbo equivocado y aceleramos
la velocidad, simplemente nos perderemos más rápido. Equivocadamente, estamos
más enfocados en el resultado que en el proceso y, por el camino, quedan las
consecuencias que “pasarán factura” más adelante.
“La rapidez que es una virtud, engendra un vicio,
que es la prisa”, afirmaba el
médico y escritor español Gregorio Marañón. “Creo que vivir deprisa no es
vivir, es sobrevivir. Nuestra cultura nos inculca el miedo a perder el tiempo,
pero la paradoja es que la aceleración nos hace desperdiciar la vida”, afirma
Carl Honoré, el reconocido escritor y periodista canadiense, especialista en el
tema.
Quienes estamos en el campo del desarrollo humano,
nos vemos ante la necesidad de escribir muy breve y dictar charlas también
breves, para contar con esos lectores y audiencia para quienes su mayor
limitación es el tiempo. Es paradójico, considerar la necesidad de asistir a
algún curso, terapia, sesión de coaching o –simplemente- comprar un libro,
porque requerimos ayuda –por ejemplo- para “gestionar adecuadamente nuestro
tiempo”, y finalmente, no hacer nada de lo anterior, precisamente porque
consideramos que no tenemos tiempo para ello. La mayoría de los procesos
humanos requieren desarrollarse y revisarse adecuadamente, con la amplitud
necesaria, porque de lo contrario, los problemas se reactivaran potenciados.
Una demostración de que todo cambio duradero
requiere tiempo y esfuerzo, podemos observarla en los gimnasios que
ofrecen sugestivos paquetes pre-pagados anuales, basados en sus estadísticas,
las cuales indican que un elevado porcentaje de quienes se registran a duras
penas continúan después del primer mes.
Similar situación puede ocurrir con estudios,
negocios, deportes, política, religión, trabajo, idiomas, etcétera, donde
podemos involucrarnos, pero no siempre comprometernos. Llenarnos de
expectativas irreales en tiempo y esfuerzo, que nos frustraran rápidamente al
no alcanzar las metas esperadas con la urgencia y comodidad requerida.
Un proverbio persa refiere que “La paciencia es un
árbol de raíz amarga pero de frutos muy dulces”. En similar orden de ideas,
muchos siglos atrás, el escritor griego Plutarco reconocía que “La paciencia tiene
más poder que la fuerza”. Aunque el reto principal lo expresó San Agustín con
las siguientes palabras “Ten paciencia con todas las cosas, pero sobre todo
contigo mismo”.
Miguel A. Terán
Blog: www. miguelterancoach.blogspot.com
Twitter: @MiguelATeranO
Nota: imagen extraída de la web
Referencias: Tomadas de
Wikipedia.
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