viernes, 24 de abril de 2015

REFLEXIÓN DEL DÍA (Viernes 24 de Abril de 2015)‏

“Las recetas rápidas no funcionan. Todo cambio duradero requiere tiempo y esfuerzo”.
Robin S. Sharma (n. 1965). Experto canadiense en liderazgo y desarrollo personal.

REFLEXIÓN: Decía el escritor uruguayo Eduardo Galeano «Al fin y al cabo, somos lo que hacemos para cambiar lo que somos». Entonces, si lo que hacemos para cambiar está basado en soluciones rápidas,  de “microondas” o al estilo del negocio de comida rápida o “fast food”;  tal vez, no conseguiremos ningún cambio valioso ni sustentable en el tiempo. Un refrán popular expresa su sabiduría afirmando “A camino largo, paso corto”. 
Hemos pretendido llevar ese concepto de micro-ondas o de “comida rápida” a la vida personal, familiar, laboral, de negocios y social,  y en general a todo. Parece que el único interés es  disponer o contar con herramientas para “resolver” y obtener “resultados” de manera rápida. De allí la razón para que las recetas de cocina hayan salido del ámbito alimenticio, y ahora ese esquema se pretende utilizar en todo.  No se requieren muy elaboradas, algo rápido, que nos enseñe a criar maravillosamente a nuestros hijos en tres pasos, a desarrollar una excelente relación de pareja en cinco pasos, a crear relaciones maravillosas en cinco pasos, a buscar y encontrar el trabajo ideal en dos pasos,  y así por el estilo. 
En contravía, un proverbio chino refiere “No importa que conozcas la receta, debes también conocer el orden que llevan los ingredientes”; y para ello,  se requiere tiempo. Parafraseando al pedagogo y escritor estadounidense  Laurence J. Peter, creador del Principio de Peter, algunas veces no sabemos adónde vamos, pero estamos decididos a establecer un récord de velocidad para llegar allí. 
El autor y orador estadounidense Stephen Covey refería que “Vivimos en una sociedad moderna a la cual le agradan las técnicas que proporcionan atajos. No obstante, no se llega a la calidad de vida tomando un atajo”, es más importante lo que hacemos y la forma en que lo hacemos que la velocidad con la cual lo hacemos. Si tomamos el rumbo equivocado y aceleramos la velocidad, simplemente nos perderemos más rápido. Equivocadamente, estamos más enfocados en el resultado que en el proceso y, por el camino, quedan las consecuencias que “pasarán factura” más adelante. 
“La rapidez que es una virtud, engendra un vicio, que es la prisa”, afirmaba el médico y escritor español Gregorio Marañón. “Creo que vivir deprisa no es vivir, es sobrevivir. Nuestra cultura nos inculca el miedo a perder el tiempo, pero la paradoja es que la aceleración nos hace desperdiciar la vida”, afirma Carl Honoré, el reconocido escritor y periodista canadiense, especialista en el tema. 
Quienes estamos en el campo del desarrollo humano, nos vemos ante la necesidad de escribir muy breve y dictar charlas también breves, para contar con esos lectores y audiencia para quienes su mayor limitación es el tiempo. Es paradójico, considerar la necesidad de asistir a algún curso, terapia, sesión de coaching o –simplemente- comprar un libro, porque requerimos ayuda –por ejemplo- para “gestionar adecuadamente nuestro tiempo”, y finalmente, no hacer nada de lo anterior, precisamente  porque consideramos que no tenemos tiempo para ello. La mayoría de los procesos humanos requieren desarrollarse y revisarse adecuadamente, con la amplitud necesaria, porque de lo contrario, los problemas se reactivaran potenciados. 
Una demostración de que todo cambio duradero requiere tiempo y esfuerzo,  podemos observarla en los gimnasios que ofrecen sugestivos paquetes pre-pagados anuales, basados en sus estadísticas, las cuales indican que un elevado porcentaje de quienes se registran a duras penas continúan después del primer mes. 
Similar situación puede ocurrir con estudios, negocios, deportes, política, religión, trabajo, idiomas, etcétera, donde podemos involucrarnos, pero no siempre comprometernos.  Llenarnos de expectativas irreales en tiempo y esfuerzo, que nos frustraran rápidamente al no alcanzar las metas esperadas con la urgencia y comodidad requerida. 
Un proverbio persa refiere que “La paciencia es un árbol de raíz amarga pero de frutos muy dulces”. En similar orden de ideas, muchos siglos atrás, el escritor griego Plutarco reconocía que “La paciencia tiene más poder que la fuerza”. Aunque el reto principal lo expresó San Agustín con las siguientes palabras “Ten paciencia con todas las cosas, pero sobre todo contigo mismo”.

Miguel A. Terán
Twitter: @MiguelATeranO
Nota: imagen extraída de la web
Referencias: Tomadas de Wikipedia.


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