sábado, 1 de junio de 2019

El Príncipe Azul debería tener una etiqueta con la leyenda: Destiñe al primer lavado. Autor Anónimo‏







La frase de hoy generalmente ha sido utilizada refiriéndose a la búsqueda del Príncipe Azul, aquel individuo de cuentos e historias. La versión que siempre leímos y escuchamos, hacía referencia solo al género masculino, pero ello no significa que muchos caballeros no luchen buscando a la Princesa Rosa. 

Desgraciadamente, a la hora de idealizar, muchos individuos acostumbran a idealizar lo que sea; parece una necesidad tener un ídolo, aunque tenga “pies de barro”. Nos dejamos impresionar y hasta cegar fácilmente, por lo que vemos o escuchamos, desvirtuando los hechos reales y cambiando de opinión,  con análisis simples y poco profundos de circunstancias, eventos, cosas y personas. Al respecto, el escritor, poeta y filósofo alemán Georg Philipp Friedrich “Novalis” nos recomendaba: “Cuando veas un gigante examina antes la posición del sol, no vaya a ser la sombra de un pigmeo”. 

Cuando idealizamos, ponemos a alguien o algo sobre la realidad, para luego crearnos expectativas que justificaremos de cualquier manera. Idealizamos momentos,  cosas o personas,  llegando a –literalmente- vendarnos la mente y hasta el corazón, por lo cual nuestros ojos solo verán  y los oídos solo escucharán lo que queremos ver o escuchar de ese momento,  objeto o persona idealizada. 

Es un hecho que existen individuos que se desgastan tratando de ser –o mejor dicho- parecer perfectos, para que los idealicen, sin comprender que ese individuo idealizado, convertirá al individuo original en un prisionero de su falsa imagen, en un príncipe desteñido internamente.
Muchos fracasos y frustraciones,  crecen y evolucionan, detrás la figura de un ídolo. También enfermedades de origen emocional, psicológico y físico tiene su origen en los antifaces y disfraces que algunos individuos cargan durante años, dejando de ser auténticos y reprimiendo sueños y deseos.  

Con el tiempo todo cae por su propio peso y simplemente habremos dejado de vivir, nos desteñimos, y la vida se nos fue actuando, pero finalmente -como en todo espectáculo- bajará el telón y, tal vez -en este caso- sin aplausos. Tengamos presente las palabras del ex presidente estadounidense  Abraham Lincoln, cuando dijo “Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo”. 

Un autor anónimo agregó a la frase de Lincoln: “Y tampoco podrás engañarte a ti mismo todo el tiempo”. La realidad es que por más que lo intentemos, no podremos –finalmente- engañar a la persona que vemos en el espejo todas las mañanas. El gran poeta chileno Pablo Neruda, expresó magistralmente ese enfrentamiento con la realidad diciendo: "Algún día en cualquier parte, en cualquier lugar indefectiblemente te encontrarás a ti mismo, y ésa, solo ésa, puede ser la más feliz o la más amarga de tus horas”. 

Las palabras de un autor anónimo, parecen ciertas cuando afirmó que “La ignorancia es madre de la admiración”. Es común admirar de manera incompleta, solo basados en historias tergiversadas, sesgadas o simplemente manipuladas.  El crítico literario y escritor francés Charles Augustin Sainte-Beuve, expresaba  “Dime quién te admira y te diré lo que eres”.  Quien se rodea de individuos ignorantes, fácilmente manipulables, definitivamente será admirado por esos individuos, pero deberá mantenerlos en la ignorancia para conservar esa admiración. 

Para concluir, también es cierto que en innumerables oportunidades llega a la vida de alguien el esperado Príncipe Azul o Princesa Rosa, pero ese alguien es tan exigente, que no les gusta el tono del azul o del rosa, porque es muy claro o muy oscuro. Y así pasan la vida buscando la pareja perfecta, sin reconocer que ellos tampoco son perfectos.

La Historia de Nasrudín en “Búsqueda de la Pareja Perfecta”.

Un personaje de los mitos de la tradición popular sufí, refleja muy bien esta búsqueda. 
- Se cuenta que un día Nasrudín conversaba con un amigo.
- “Entonces”, le decía el amigo,  “¿Nunca pensaste en casarte?”
- “Si pensé” —respondió Nasrudín— “En mi juventud resolví buscar a la mujer perfecta, con el cuerpo perfecto, la cara perfecta, la sabiduría perfecta”.
“Crucé el desierto, llegué a Damasco, y conocí a una mujer muy linda; pero ella no sabía nada de las cosas de este mundo”.
“Continué viajando, y fui a Isfahan; allí encontré una mujer que conocía el reino de la materia y el del espíritu, pero no me parecía bella su mirada”.
“Entonces resolví ir hasta El Cairo, donde cené en la casa de una moza muy bonita, sabia, y conocedora de la realidad material”.
- “Y… ¿por qué no te casaste con ella?”, preguntó el amigo.
- “Ah, ¡compañero mío!” –respondió Nasrudín, “Lamentablemente ella también quería un hombre perfecto”.


Miguel A. Terán
Psicología, Filosofía y Coaching
Blog: www. miguelterancoach.blogspot.com
Web: www.lidervoice.com
Twitter: @MiguelATeranO
Nota: imagen extraída de la web
Referencias: Tomadas de Wikipedia.


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