“Nuestras palabras son capaces de producir enormes
incendios”.
Bernardo Stamateas. Psicólogo y escritor
Argentino.
REFLEXIÓN. Nuestro lenguaje nos engrandece o
empequeñece, nos convierte en constructores o destructores, en ángeles o
demonios, en víctimas o depredadores, en sueños o pesadillas, dependiendo de su
polaridad, positiva o negativa. Cuando lo utilizamos adecuadamente nos hace
merecedores de credibilidad y respeto. Por el contrario, utilizarlo de
manera inadecuada, haciendo indebido, soez y grotesco uso del mismo, llenándolo
de contenidos emocionales y poco racionales, nos coloca a un nivel muy bajo, alejándonos
de nuestra condición de seres humanos.
Debemos ser muy cuidadosos, porque sin darnos
cuenta cambiamos nuestro lenguaje y conducta para defendernos de nuestros
enemigos, pero tal cual expresó el destacado escritor argentino Jorge Luis
Borges “Hay que tener cuidado al elegir a los enemigos porque uno termina
pareciéndose a ellos”, y algunas veces hasta superándolos.
Decía el también escritor británico George Orwell
“Si el pensamiento corrompe el lenguaje, el lenguaje también puede corromper el
pensamiento”. Una de las figuras literarias más importantes de Inglaterra, Samuel Johnson, consideraba que “El
lenguaje es el vestido de los pensamientos”.
Por su parte, el humanista y filósofo español Juan
Luis Vives, afirmaba que “No hay espejo que mejor refleje la imagen de
una persona que sus palabras”. Es un hecho, que las palabras y el lenguaje de
una persona son mejor referencia de ella que todos los adornos que lleve por
fuera.
El Clérigo Sudafricano y Premio Nobel de la Paz
(1984), Desmond Tutu, refería que su padre le decía: “No levantes la voz,
mejora tu argumento”. Disponer de buenos argumentos, resultado del análisis
equilibrado del tema, permitirá alcanzar una responsable y honesta defensa de
nuestro punto de vista, que comprende entender los argumentos, puntos de
vista, perspectivas o discrepancias de la otra parte.
Saber escuchar es un aspecto vital para una
efectiva comunicación. Muchas veces escuchamos o vemos desde nuestras propias
creencias y paradigmas, por lo cual la percepción del tema a tratar está
sesgada o limitada. Los filtros de nuestra percepción, rechazan o descartan
todo lo que no está en línea con nuestra opinión o creencia, cerrando la puerta
a nuestros sentidos.
Un lenguaje incendiario, hace efecto cuando a
quien llega es de actitud o convicción inflamable, ignorante del tema o poco
racional; en caso contrario, ese verbo no tiene capacidad de hacer
combustión. El escritor y clérigo inglés Robert Burton consideraba que
“Una palabra hiere más profundamente que una espada”, pero también es cierto
que no nos ofende quien quiere, sino a quien se lo permitimos, tal cual refería
quien fue Primera Dama estadounidense Eleanor Roosevelt cuando dijo: “Nadie
puede hacernos sentir inferiores sin nuestro consentimiento”.
Debemos usar nuestro lenguaje para expresar y
transmitir nuestras ideas, pensamientos y sueños, pero nunca para imponerlos. Recuerda que puedes acariciar a la gente
con palabras, tal cual lo afirmó el filósofo francés Francis Scott Fitzgerald.
Utilicemos siempre nuestras palabras para construir y nunca para destruir,
porque tienen ambos poderes.
Miguel A. Terán
Blog: www. miguelterancoach.blogspot.com
Twitter: @MiguelATeranO
Nota: imagen extraída de la web
Referencias: Tomadas de Wikipedia.
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la medida que se transmite a mayor número de personas. Si cada uno de nosotros
reflexiona y cambia para mejor, todo cambiará para mejor.
“Sueña, vive, reflexiona, aprende, ayuda y ora”.
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