Ese exagerado orgullo y exceso de estimación
personal puede llevarnos a creer que somos el centro del universo, con más
derechos y privilegios de los realmente merecidos. La simpática y siempre
critica Mafalda, en ese mismo orden de ideas, afirma que “Algunas
personas no han entendido... Que la Tierra gira alrededor del Sol... No de
ellas”.
Ese individuo lleno de vanidad sobre lo propio y desprecio
por lo ajeno, cuando alguien le confronta culpándolo de su vanidad, no es de
extrañar que exprese lo que otro de ellos dijo en un “derroche de
humildad”: “Antes era vanidoso, ahora me curé y soy perfecto”.
Para este individuo el director y protagonista de todas las
películas es él. Para él todas las conjugaciones de verbos que le beneficien
comienzan con la primera persona del singular “Yo”, mientras las que le
perjudiquen van dirigidas a la segunda persona “tu” o a la tercera persona
“el”. Su dedo indice siempre estará listo para apuntar a otros en busca de
culpables.
Cuando no moderamos nuestro orgullo, ese será nuestro mayor
castigo, decía Dante Alighieri, el escritor y filósofo italiano. Mientras la
novelista inglesa Agatha Christie consideraba que cuando no había humildad, las
personas se degradan. La realidad es tal cual lo expresaba, más de dos milenios
atrás, el fabulista griego Esopo “Nuestro carácter
nos hace meternos en problemas, pero es nuestro orgullo el que nos mantiene en
ellos”.
La soberbia es otra característica usual de ese personaje,
quien no tiene ninguna consideración con los demás, salvo aquellos gestos
disfrazados, para conseguir más de los otros. La prioridad de ese individuo
soberbio es él y sus particulares necesidades y deseos. El egoísmo, la
intolerancia y la prepotencia le hacen permanente compañía.
Sin embargo, detrás de ese individuo soberbio y que transpira
exagerada autoestima, la mayor parte de las veces se oculta un ser inseguro y
con muchos miedos. Una sana autoestima se caracteriza por el equilibrio,
honestidad y el realismo para que la persona reconozca sus cualidades,
potencialidades y limitaciones. Pero, debe tenerse cuidado, porque “Si no
levantas los ojos, creerás que eres el punto más alto”, nos decía el poeta
argentino Antonio Porchia.
Con la perdida de la humildad también perdemos el respeto por
los demás y a la larga hacia nosotros mismos. El escritor colombiano y Premio
Nobel de Literatura Gabriel García Márquez, afirmaba que solo teníamos derecho
a mirar a otro hacia abajo, cuando hemos de ayudarle a levantarse.
Miguel A. Terán
Twitter: @MiguelATeranO
Nota: imagen extraída de la web
Si te ha gustado, COMPARTE.
No hay comentarios:
Publicar un comentario