martes, 4 de noviembre de 2014

¡Culpables somos todos! por Carlos Dorado‏

A continuación podrán leer un artículo escrito por Carlos Dorado, con referencia a Venezuela - en este caso particular - pero aplicable a cualquier lugar o tiempo en el cual consideremos que no tenemos culpa en algo de lo que ocurre en el entorno del cual hemos sido o seguimos siendo parte.


 
¡Culpables somos todos!
Carlos Dorado
Mi madre siempre me decía: "Carlos, la culpa es muy fea, y nadie la quiere". ¡Qué razón tenía! Y quizás por ello, una de las frases que más repiten los niños es: ¡Yo no fui! 

El cristianismo cree que satanás nos tienta con el mal. Los hinduistas ven el mal como un desafío al equilibrio de la vida. El judaísmo alude a la inclinación del hombre por la rectitud, en oposición a su inclinación por el mal. Todas las cosas pueden ser buenas o malas, en función de lo que nosotros, con nuestro libre albedrío hagamos de ellas. El dinero puede salvar o destruir. La ciencia puede matar o curar. Incluso la naturaleza puede obrar a nuestro favor o en contra: el fuego puede calentar o quemar, el agua conservar la vida o arrasarla. Desde el principio Dios dijo: "Voy a dejar al mundo en sus manos. Si lo dirijo todo, entonces no son ustedes".

El mundo somos todos nosotros. Venezuela somos todos nosotros, y de lo bien o mal que lo hagamos, somos los únicos responsables. Unos en mayor o menor medida. Unos por ejecución, otros por omisión. Pero culpables somos todos, y esperar que venga Dios a que nos resuelva nuestros problemas, es ilusorio, utópico e irrealista.

Estoy completamente seguro que hay muy pocos que se sienten culpables, porque siempre la culpa es de los demás. ¡Es muy fea! ¡Yo no fui!, y si en algún momento sacan una cédula o un pasaporte "bajo cuerda", se colean, obtienen unos dólares fraudulentos, son reposeros, corrompen o se dejan corromper para obtener o dar un beneficio, piensan que eso es normal; porque supuestamente lo hace todo el mundo. Si hacen "un negocio ilícito", se justifican con: "no lo hace, el que no puede", o "si no lo hago yo, otro lo hará". ¿Cuánta gente tendrá la suficiente moralidad como para decirle no a un negocio ilegal, que le garantice el futuro económico? ¿Cuántos lo condenarán, quizás por envidia? ¿Cuántos lo condenarán porque no fueron ellos los que lo hicieron? ¿Cuántos no lo quisieran hacer?

Para cambiar a los demás, primero tenemos que cambiar nosotros mismos, y lo que le decimos o le criticamos a los otros, debemos tratar en primer lugar de decírnoslo a nosotros mismos. Juzgamos, pero no nos juzgamos. Somos jueces, pero nunca queremos ser el reo.

Lo más importante y lo más sublime que tiene una sociedad son sus hombres (incluyendo a las mujeres y a todos); y lo más grande de un hombre está en su yo interior: Que sea una persona decente y de principios morales; producto del ejemplo, y que sea una persona correcta, más por sí mismo que por el temor al castigo. ¿Dónde están nuestros ejemplos? ¿Dónde están nuestros castigos? ¿Si queremos resultados distintos, por qué siempre hacemos lo mismo?

Charles Reade decía: "siembra un acto, y cosecharás un hábito. Siembra un hábito y cosecharás un carácter. Siembra un carácter y cosecharás un destino". ¿Cómo son nuestros hábitos? ¿Cómo será nuestro destino?

Mi madre solía decirme cuando me sentía agobiado por los problemas: "Carlos, lo bueno de la lluvia es que eventualmente escampa, y a veces necesitamos desviarnos, para poder orientarnos"

Venezuela es buena, es quizás el mejor país del mundo, con un potencial enorme. Pero somos nosotros, con nuestro comportamiento, los que podemos convertirla en la sucursal del cielo o del infierno. Todos, sin excepción, somos los arquitectos del futuro del país.

Reflexionemos por unos minutos: ¿Soy yo mejor que Venezuela?, y si somos autocríticos y sinceros, quizás concluyamos: ¡Culpables somos todos!

cdoradof@hotmail.com


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