sábado, 4 de octubre de 2014

REDUCIR LA VELOCIDAD DE NUESTRA VIDA‏ - UNA NECESIDAD IMPOSTERGABLE. Miguel A. Terán



Hemos permitido que las amenazas e incertidumbre del futuro nos atormenten y atemoricen, con múltiples e innumerables  peligros, riesgos y desgracia futura, que generan -en cada uno de nosotros- una creciente ansiedad y angustia. Se nos siembran miedos y siempre existirá el producto o los servicios que nos ofrecerán seguridad para "protegernos" de esos miedos; pero,  -aquí está el pero- requeriremos recursos económicos para adquirirlos, cuya búsqueda nos generará más ansiedad y angustia.

Ante tales y crecientes niveles de "amenaza e incertidumbre" parece que nuestros recursos siempre serán escasos, lo cual permite que surja y avance el miedo, que nos propone acumular lo máximo posible como una alternativa para estar "protegidos", ante todas las "tragedias" que se avecinan. Este es el rol del miedo, sembrar pánico. Entonces, siempre estará presente la necesidad de acumular  y tener “un poco más”,  por si acaso.

Al estar enfocados en el futuro, llenándonos de cosas "por si acaso", para evitar que esas amenazas se hagan realidad, convertimos al presente en un proceso cargado de desasosiego, actividades y esfuerzos dirigidos a crear futuro, pero sin disfrutar lo que hacemos, sin darle importancia al presente más allá de su rol como herramienta o espacio de tránsito hacia el futuro. Dedicamos el presente a «hacer para tener» en un futuro, al cual no sabemos si finalmente llegaremos, porque -por más que lo planifiquemos- siempre será incierto.  

El afán de vida nos ha atrapado 24/7, ya no parece haber descanso. Ambos padres trabajan y nuestras casas transitan a alta velocidad. La paciencia y la espera ya no están de moda, porque las urgencias y la impaciencia han tomado el mando y la dirección de nuestras vidas. Esas urgencias e impaciencia nos llevan a crear atajos para todo, a buscar «soluciones de microondas»,  que no garantizan un éxito real, tal vez solo un "éxito" como se concibe socialmente. Porque la realidad es que una vida con sentido no puede llevarse circulando por atajos y justificándonos a nosotros mismos las razones por las cuales los tomamos.

Ha desaparecido el tiempo de lectura como hobby o entretenimiento, junto con el tiempo de descanso y reflexión, porque hay que estar siempre ocupado, haciendo algo que produzca resultados concretos y de inmediato. Así se nos escapa lo único que tenemos garantizado, el presente.

Los problemas que no enfrentamos ni resolvemos se acumulan, y es normal que por falta de tiempo y, principalmente,  por la inadecuada definición de prioridades, éstos problemas hacen metástasis y se convierten en críticos, atormentando a muchos individuos llevándoles  a buscar escape  en el alcohol, las drogas y hasta en el suicidio.

Estamos más preocupados por finalizar el recorrido y por llegar, que por disfrutar el camino. Cada día nuestros hijos pierden más sus espacios de infancia y adolescencia, para asumir muy tempranamente responsabilidades de adulto. Los niños son presionados para que finalicen sus estudios con la mayor velocidad y prontitud posible; sin entender, que estudios y madurez deben marchar juntos, para formar profesionales armónicos y balanceados, pero sobre todo para formar verdaderos y equilibrados seres humanos y sociales. Vale recordar que no estamos criando solo hijos, sino que también estamos creando a las mujeres, hombres y ciudadanos del mañana. 

Esa pérdida de espacios, para crecer, cambiar, transformarnos y madurar,  acelera procesos que debilitan el desarrollo de las habilidades humanas de interacción y comunicación, requeridas para una sana vida social adulta. Las relaciones de pareja, pilar vital para la vida familiar, se resquebrajan en ambientes sociales tóxicos y de escasa, limitada o deficiente interacción, creando problemas y dando malos ejemplos para la adecuada formación y crecimiento de los hijos.

La sobre estimulación de niños y jóvenes, en un mundo suturado de productos y servicios, tampoco deja espacios para que ellos lleguen a saborear y disfrutar, convirtiéndoles en individuos insaciables ante los estímulos, dejando abiertas muchas incertidumbres y dudas acerca de su verdadero éxito, bienestar y plenitud como adultos.

Se hace necesario –y cada vez más prioritario- que consideremos un cambio en nuestra actitud ante la vida, aprendiendo a desacelerar o detenernos, cuando corresponda, para poder disfrutar lo que hacemos y lo que logramos. Se requiere encontrar un equilibrio entre nuestros sueños, objetivos, metas, obligaciones y demás actividades, para alcanzar la calidad de vida que deseamos y merecemos. Corriendo por la vida nunca tendremos paz. 

Miguel A. Terán

Twitter: @MiguelATeranO

Nota: Foto ilustrativa extraída de la Web.

Nota del autor del Blog: Invito a todos mis apreciados lectores a compartir, con familiares, relacionados y amigos, reales y virtuales, esta reflexión y los demás artículos publicados en este blog: miguelterancoach.blogspot.com. Tengamos presente que, en oportunidades, unas sencillas palabras pueden hacer y ser la diferencia, para re-enfocarnos, transformarnos y hacer los cambios que requiere nuestra vida,  para darle sentido a nuestro existir.


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