La tan mencionada fuga de talento, o de cerebros
como también se reconoce, es un caso muy común en todos los países
latino-americanos y, en general, en los llamados países en desarrollo, muchos
de los cuales nunca salen de esa triste categoría. Casi que turnándose de
tiempo en tiempo, estos países tienen pérdidas importantes de recursos humanos
calificados, básicamente por razones políticas, económicas y sociales. También
ocurre en países del primer mundo, pero con otra connotación.
Sin duda que ello, representa una preocupación para
cualquier economía y sociedad que observe impotente la salida –sin retorno- de
sus profesionales, lo cual representa un proceso de descapitalización en su más
valioso recurso. Además, recuperar esta pérdida no puede resolverse, de ninguna
manera, de la noche a la mañana.
Pero es importante clarificar que no es lo mismo salir
que huir. En algunos momentos del pasado remoto o cercano, muchas personas
académicamente calificadas salieron de sus países de origen en busca de
oportunidades económicas, profesionales o académicas. Muchos, inclusive, lo
hicieron para estudiar –temporalmente- y en el camino encontraban oportunidades
para quedarse de manera permanente. No era común que alguien bien calificado se
quedará como sub-empleado, en algún otro lugar, porque en su respectivo país de
origen sus calificaciones académicas y profesionales le permitían desarrollarse
y vivir cómodamente.
En la medida que la economía y la sociedad –de algún país
en particular- comienzan a resquebrajarse, desapareciendo oportunidades de
trabajo y desarrollo, incrementándose la inseguridad y sufriendo el impacto de
la inflación, podemos considerar que la gente –de ese lugar- no se va, sino que
simplemente huye.
Por supuesto, que siempre hubo y hay diferencia al
momento de salir del país de origen, de acuerdo a la manera o forma en que se
sale o se “huye”; porque no es lo mismo salir de la mano de una empresa
multinacional, como empleado expatriado, que salir por cuenta propia, como empresario
o en busca de empleo o cualquier actividad remunerada, o simplemente huir en
busca de “algo mejor”. Apenas un muy pequeño número de profesionales sale de su
país de origen, confortable y cómodo, con una oferta formal de trabajo.
Esa fuga de gente profesional o de talento, en la cual
algún país había invertido cuantiosos recursos económicos durante años, la
vemos partir hacia otras latitudes, llevando consigo todos esos conocimiento y
experiencia, sin que se pueda hacer mucho al respecto cuando ya es un hecho.
Sin embargo, lo más triste y paradójico es que
significativa parte de esa experiencia y conocimiento, por diversas y variadas
razones, no tiene cabida en los países donde emigran dentro de su campo
profesional. Por ello, muchos quedan obligados a tomar otros rumbos laborales
para poder sobrevivir, algunos pasan a ocupar puestos de menor jerarquía
profesional o técnica, se incorporan al área de ventas e incluso muchos
podríamos considerarlos como sub-empleados, por estar realizando trabajos muy
por debajo de sus calificaciones.
Muchos otros se reinventan y profesionalizan en otras
áreas, pero el hecho cierto es que el conocimiento base inicial u original, que
para algunos es su capital más valioso se pierde ante la necesidad urgente de producir
ingresos para vivir y, en muchos casos, para sobrevivir.
Ello debe obligarnos a repensar y a utilizar de
manera diferente el concepto de fuga de cerebros, en el equivocado sentido que
otros países –especialmente los llamados países desarrollados - están ávidos de
profesionales y que aquellos quienes emigran son recibidos con especial
atención. Nada más falso para miles de profesionales que emigran sin poder
conseguir una oportunidad real y genuina en el exterior, que les permita
continuar su profesión y no ver caducar por obsolescencia sus conocimientos.
Son infinitos los casos e historias con similar problema que todos conocemos o
que –inclusive- nosotros mismos hemos protagonizado.
La conclusión es que ese capital humano que emigra
representa una importante pérdida para su país de origen y, en muchos
casos, ningún valor reconocido en el país de destino. En otras palabras,
no podemos negar que existe fuga de conocimiento y talento, pero debemos
reconocer honestamente que la palabra: pérdida de conocimiento, refleja mejor
la realidad de lo que ocurre, porque el talento se reinventa.
Plantearse a tiempo y honestamente la idea o necesidad de
emigrar, como un hecho real o cuando menos potencial, permitirá a quien así lo
haga, planificar de la mejor manera los aspectos económicos, educativos o
académicos, culturales, legales, de lenguaje, familiares, etcétera,
involucrados, necesarios y obligatorios en un proceso migratorio amigable. Es
mucho lo que se puede avanzar mientras se permanezca en el país de origen, en
beneficio de un futuro proyecto migratorio, mientras no neguemos que la
posibilidad de emigrar puede hacerse realidad, en cualquier momento y debemos
prepararnos para ello.
Miguel A. Terán
Twitter: @MiguelATeranO
Nota: Foto ilustrativa extraída de la Web.
Nota del autor del Blog: Invito a todos mis amigos,
seguidores y apreciados lectores a compartir, con familiares, relacionados y
contactos, esta reflexión y los demás artículos publicados en este blog: miguelterancoach.blogspot.com. Tengamos
presente que, en oportunidades, unas sencillas palabras o líneas pueden hacer y
ser la diferencia en nuestra vida o en la vida de los demás.
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