viernes, 6 de septiembre de 2013

La Familia

La Familia
Átomo Base de la Sociedad.
Miguel A. Terán

Es válido comenzar este escrito con unas  palabras del Santo Padre Juan Pablo II, donde ratificaba que “La familia es base de la sociedad y el lugar donde las personas aprenden por vez primera los valores que les guían durante toda su vida”.
 El filósofo Chino Confucio (551 AC -479 AC) coincidiría con Aristóteles (384 AC -322 AC) en que la familia es la unidad fundamental del estado (sociedad), así como un estado en miniatura.  Para que en un estado (sociedad) reine la armonía, ésta debe reinar primero en la familia.  Confucio dijo en las Analectas: «Para poner el mundo en orden, antes debemos poner el país en orden; para poner el país en orden, antes debemos poner la familia en orden.» Las familias desordenadas engendran países desordenados; los países desordenados, un mundo desordenado. […} Los hijos no solo heredan los genes de sus padres, sino también sus prejuicios y sus maltratos, junto con otro bagaje psicológico. Insistía Confucio que […] «La fortaleza de un país proviene de la integridad del hogar…y la debilidad de un país proviene de la desintegración de sus hogares.»” 1
En el principio se oculta el fin, sabias palabras de un proverbio, que dejan claro lo vital que es otorgarle importancia al cómo comienzan las cosas y relaciones. Muchas relaciones de pareja que más tarde se convertirán en “familia”, comienzan sin un claro fin. Se llega a la etapa de conformar una “familia” por un embarazo no deseado o porque ya la relación tiene mucho tiempo, y debemos pasar a otra etapa.  La decisión de procrear hijos, parece - para muchas parejas - más una orden genética,  que un acto de amor, compromiso y racionalidad.
Convivir juntos bajo un mismo techo de ninguna manera significa formar parte de una familia, sin entrar en detalles de cómo está compuesta. Una familia debe ser un equipo de personas unidas por un fin común,  e integrados por principios y valores, también comunes que conforman la cultura propia de ese núcleo familiar.
Desde el punto de vista lingüístico podemos establecer diferencias entre una casa y un hogar, la diferencia es que en la primera sus bases son de bloque, cabilla y cemento; mientras que en el hogar las bases son de valores y principios. Tristemente debemos reconocer que en la sociedad hay cada vez más casas y menos hogares. Una familia en el correcto sentido debe hacer esfuerzos por formar y convivir en un hogar. 
Un requisito indispensable para  construir familia es el tiempo, poco éxito tendremos tratando de establecer e instalar principios y valores, cuando existe un claro desequilibrio en el tiempo que disponemos u otorgamos para nuestra familia, en comparación con el tiempo de que dispone el entorno y otros medios, tales como televisión e internet, e incluso la misma sociedad para instalar sus propios valores, y en algunos casos seudo o falsos valores.  
Otro requisito para construir familia es la comunicación, elemento clave para la transmisión de principios y valores, así como para el establecimiento de una cultura familiar que define las pautas de actitud y conducta permitidas en sus integrantes.
La confianza y el respeto mutuo son los otros dos elementos que permiten llevar a feliz término la conformación de una familia. Ambos deben construirse con el ejemplo, porque no podemos decretarlos. Ninguna sana relación puede tener como base la desconfianza.
Por su parte, el respeto mutuo es una condición que debe ser parte del valor respeto de cada uno de sus integrantes y es bidireccional, respetar para que nos respeten. Estableciendo claros límites entre mis deberes y mis derechos. 
A un individuo lo forman la familia, la escuela y la sociedad, pero es en ese orden. No podemos pretender endosar a la escuela responsabilidades que son propias de la familia. Es cierto que la escuela como parte de la sociedad tiene un rol cultural y de formación, no necesariamente de educación. Como dijo el Papa Juan Pablo II, citado anteriormente, es en la familia donde las personas aprenden por vez primera los valores que les guían durante toda su vida.
Cuando los adultos hemos contribuido y permitido que con el paso del tiempo se deteriore la sociedad y sus instituciones, éstas pasan a ser formadoras de anti-valores, que debemos tratar de re-direccionar o corregir en la familia, doble y más arduo trabajo.
El equipaje de principios y valores de la familia, con lo cual salen sus miembros a la calle,  debe representar un escudo protector que les permita no solo vivir y sobrevivir,  sino ser individuos conscientes de su rol como miembros de una sociedad.
Las palabras escritas por Confucio, mencionadas al principio,  tienen aproximadamente 2.500 años y están vigentes como si se hubieran escrito hoy. Ellas nos permiten entender que parte importante de los problemas que vive la sociedad, no son ni más ni menos que una consecuencia  de los verdaderos problemas,  de raíces más profundas en la familia.  
En otras palabras, usualmente, confundimos causas con consecuencias. Y si nos dedicamos a tratar simplemente las consecuencias, corremos el riesgo de que crezca y se nos complique  la causa. Un ejemplo simple: una fiebre nos indica que tenemos una infección, podemos bajarla o controlarla temporalmente con algún medicamento para la fiebre, pero de no atacar la infección con el antibiótico adecuado, ésta seguirá creciendo ocasionando daños más críticos, permanentes y tal vez irreversibles.
El impacto de la familia es clave en la construcción o destrucción de una sociedad, pero existe la tendencia a centrar la causa y solución de los problemas de la sociedad en lo económico y lo político, cuando el verdadero problema crece en lo social. Cuando el problema social crece en el tiempo, es cuando caemos en conciencia que los problemas en lo económico y político son una consecuencia de lo social, y no al revés. Las raíces de la corrupción, por ejemplo, pueden encontrarse en la familia.
Los temas económicos y/o políticos de una sociedad  se resuelven, complican o reversan en plazos relativamente cortos de tiempo; cinco, diez o quince años producen cambios significativos para bien o para mal. En lo social, por el contrario, los cambios tienen otra dinámica, destrucción acelerada y reversión lenta.
Desgraciadamente, por razones casi naturales del universo, los cambios hacia el orden son muy lentos, mientras que los cambios hacia el desorden son muy rápidos. En lo social esto es notorio. Muestra de ello es que un solo acto de infidelidad puede arruinar una relación afectiva que ha tardado, tal vez años, en construirse y consolidarse; una conducta deshonesta acaba, rápida y traumáticamente, una relación de amistad, trabajo o negocios, etcétera.
Algunos eventos del mundo material pueden tener parecido impacto, tales como un par de minutos de terremoto, destruyen lo que ha tardado años en construirse. La diferencia está en la velocidad de reconstrucción, que en lo humano y social – en caso de ser recuperable -  requerirá enormes e indefinidas cantidades de tiempo.  En lo material la reconstrucción es más rápida.
Es un hecho que tanto el entorno social más básico – la familia – hasta entornos sociales de mayores dimensiones y complejidad tales como sociedades o países,   pueden  deteriorarse y llegar a recuperarse en el tiempo, pero sin volver nunca al punto original porque algunos cambios sociales son irreversibles; pero en general, estos procesos son lentos y dolorosos, estamos hablando de décadas. 
El tiempo  que dura el proceso de deterioro o daño en lo humano o social tiene una relación aritmética, mientras que los efectos de ese daño en el tiempo - con seguridad - serán geométricos.  En palabras más simples, por cada minuto de deterioro podrían requerirse horas para corregir o reparar el daño. 
Una sociedad que sustituye sus valores por seudo o falsos valores, que ha permitido el deterioro de la textura del tejido social, que se desengrana socialmente, que prioriza lo individual sobre lo colectivo, que permitió el deterioro de la familia e instituciones, que ha desequilibrado el ecosistema humano y social, requerirá mucho tiempo para recuperarse.
La familia es la unidad clave y como titulamos el átomo base de la sociedad. Permitir que la familia se deteriore es garantizar que la sociedad y sus instituciones se deterioren, no importa el esfuerzo que se haga en lo económico o político.
Entre los roles sociales más importantes de cada uno de nosotros está  conformar familias integradas en sanos principios y valores, para recoger alegrías y progreso. Ello requiere un gran esfuerzo de nuestra parte para establecer óptimos niveles de  comunicación, confianza y respeto mutuo, que sean parte de la familia y de cada uno de sus miembros y se reflejen en la actuación social de éstos.
En conclusión, lo que hagamos o dejemos de hacer en nuestra familia tendrá impacto positivo o negativo en nuestra sociedad. Este es nuestro rol social clave para dejar un mejor mundo a nuestros hijos.
Es muy difícil construir una sociedad sana si permitimos que el átomo de la familia se desintegre.
1. Referencia tomada del reconocido filósofo Lou Marinoff en su libro el ABC de la Felicidad.


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