La Familia
Átomo Base de
la Sociedad.
Miguel A. Terán
Es
válido comenzar este escrito con unas
palabras del Santo Padre Juan Pablo II, donde ratificaba que “La familia
es base de la sociedad y el lugar donde las personas aprenden por vez primera
los valores que les guían durante toda su vida”.
El filósofo Chino Confucio (551 AC -479 AC) coincidiría
con Aristóteles (384 AC -322 AC) en que la familia es la unidad fundamental del
estado (sociedad), así como un estado en miniatura. Para que en un estado (sociedad) reine la
armonía, ésta debe reinar primero en la familia. Confucio dijo en las Analectas: «Para poner
el mundo en orden, antes debemos poner el país en orden; para poner el país en
orden, antes debemos poner la familia en orden.» Las familias desordenadas
engendran países desordenados; los países desordenados, un mundo desordenado.
[…} Los hijos no solo heredan los genes de sus padres, sino también sus
prejuicios y sus maltratos, junto con otro bagaje psicológico. Insistía
Confucio que […] «La fortaleza de un país proviene de la integridad del hogar…y
la debilidad de un país proviene de la desintegración de sus hogares.»” 1
En el principio se oculta el fin,
sabias palabras de un proverbio, que dejan claro lo vital que es otorgarle
importancia al cómo comienzan las cosas y relaciones. Muchas relaciones de
pareja que más tarde se convertirán en “familia”, comienzan sin un claro fin. Se
llega a la etapa de conformar una “familia” por un embarazo no deseado o porque
ya la relación tiene mucho tiempo, y debemos pasar a otra etapa. La decisión de procrear hijos, parece - para
muchas parejas - más una orden genética,
que un acto de amor, compromiso y racionalidad.
Convivir juntos bajo un mismo techo
de ninguna manera significa formar parte de una familia, sin entrar en detalles
de cómo está compuesta. Una familia debe ser un equipo de personas unidas por
un fin común, e integrados por principios
y valores, también comunes que conforman la cultura propia de ese núcleo
familiar.
Desde el punto de vista lingüístico
podemos establecer diferencias entre una casa y un hogar, la diferencia es que en
la primera sus bases son de bloque, cabilla y cemento; mientras que en el hogar
las bases son de valores y principios. Tristemente debemos reconocer que en la
sociedad hay cada vez más casas y menos hogares. Una familia en el correcto
sentido debe hacer esfuerzos por formar y convivir en un hogar.
Un requisito indispensable para construir familia es el tiempo, poco éxito
tendremos tratando de establecer e instalar principios y valores, cuando existe
un claro desequilibrio en el tiempo que disponemos u otorgamos para nuestra
familia, en comparación con el tiempo de que dispone el entorno y otros medios,
tales como televisión e internet, e incluso la misma sociedad para instalar sus
propios valores, y en algunos casos seudo o falsos valores.
Otro requisito para construir familia
es la comunicación, elemento clave para la transmisión de principios y valores,
así como para el establecimiento de una cultura familiar que define las pautas
de actitud y conducta permitidas en sus integrantes.
La confianza y el respeto mutuo son
los otros dos elementos que permiten llevar a feliz término la conformación de una
familia. Ambos deben construirse con el ejemplo, porque no podemos decretarlos.
Ninguna sana relación puede tener como base la desconfianza.
Por su parte, el respeto mutuo es una
condición que debe ser parte del valor respeto de cada uno de sus integrantes y
es bidireccional, respetar para que nos respeten. Estableciendo claros límites
entre mis deberes y mis derechos.
A un individuo lo forman la familia,
la escuela y la sociedad, pero es en ese orden. No podemos pretender endosar a
la escuela responsabilidades que son propias de la familia. Es cierto que la
escuela como parte de la sociedad tiene un rol cultural y de formación, no
necesariamente de educación. Como dijo el Papa Juan Pablo II, citado
anteriormente, es en la familia donde las personas aprenden por vez primera los
valores que les guían durante toda su vida.
Cuando los adultos hemos contribuido
y permitido que con el paso del tiempo se deteriore la sociedad y sus
instituciones, éstas pasan a ser formadoras de anti-valores, que debemos tratar
de re-direccionar o corregir en la familia, doble y más arduo trabajo.
El equipaje de principios y valores
de la familia, con lo cual salen sus miembros a la calle, debe representar un escudo protector que les
permita no solo vivir y sobrevivir, sino
ser individuos conscientes de su rol como miembros de una sociedad.
Las palabras escritas por Confucio,
mencionadas al principio, tienen
aproximadamente 2.500 años y están vigentes como si se hubieran escrito hoy.
Ellas nos permiten entender que parte importante de los problemas que vive la sociedad,
no son ni más ni menos que una consecuencia
de los verdaderos problemas, de
raíces más profundas en la familia.
En otras palabras, usualmente,
confundimos causas con consecuencias. Y si nos dedicamos a tratar simplemente
las consecuencias, corremos el riesgo de que crezca y se nos complique la causa. Un ejemplo simple: una fiebre nos
indica que tenemos una infección, podemos bajarla o controlarla temporalmente con
algún medicamento para la fiebre, pero de no atacar la infección con el antibiótico
adecuado, ésta seguirá creciendo ocasionando daños más críticos, permanentes y
tal vez irreversibles.
El impacto de la familia es clave en
la construcción o destrucción de una sociedad, pero existe la tendencia a
centrar la causa y solución de los problemas de la sociedad en lo económico y
lo político, cuando el verdadero problema crece en lo social. Cuando el
problema social crece en el tiempo, es cuando caemos en conciencia que los
problemas en lo económico y político son una consecuencia de lo social, y no al
revés. Las raíces de la corrupción, por ejemplo, pueden encontrarse en la
familia.
Los temas económicos y/o políticos de
una sociedad se resuelven, complican o
reversan en plazos relativamente cortos de tiempo; cinco, diez o quince años producen
cambios significativos para bien o para mal. En lo social, por el contrario,
los cambios tienen otra dinámica, destrucción acelerada y reversión lenta.
Desgraciadamente, por razones casi
naturales del universo, los cambios hacia el orden son muy lentos, mientras que
los cambios hacia el desorden son muy rápidos. En lo social esto es notorio. Muestra
de ello es que un solo acto de infidelidad puede arruinar una relación afectiva
que ha tardado, tal vez años, en construirse y consolidarse; una conducta
deshonesta acaba, rápida y traumáticamente, una relación de amistad, trabajo o
negocios, etcétera.
Algunos eventos del mundo material
pueden tener parecido impacto, tales como un par de minutos de terremoto,
destruyen lo que ha tardado años en construirse. La diferencia está en la
velocidad de reconstrucción, que en lo humano y social – en caso de ser
recuperable - requerirá enormes e
indefinidas cantidades de tiempo. En lo
material la reconstrucción es más rápida.
Es un hecho que tanto el entorno
social más básico – la familia – hasta entornos sociales de mayores dimensiones
y complejidad tales como sociedades o países,
pueden deteriorarse y llegar a
recuperarse en el tiempo, pero sin volver nunca al punto original porque
algunos cambios sociales son irreversibles; pero en general, estos procesos son
lentos y dolorosos, estamos hablando de décadas.
El tiempo que dura el proceso de deterioro o daño en lo
humano o social tiene una relación aritmética, mientras que los efectos de ese
daño en el tiempo - con seguridad - serán geométricos. En palabras más simples, por cada minuto de
deterioro podrían requerirse horas para corregir o reparar el daño.
Una sociedad que sustituye sus
valores por seudo o falsos valores, que ha permitido el deterioro de la textura
del tejido social, que se desengrana socialmente, que prioriza lo individual sobre
lo colectivo, que permitió el deterioro de la familia e instituciones, que ha
desequilibrado el ecosistema humano y social, requerirá mucho tiempo para
recuperarse.
La familia es la unidad clave y como
titulamos el átomo base de la sociedad. Permitir que la familia se deteriore es
garantizar que la sociedad y sus instituciones se deterioren, no importa el
esfuerzo que se haga en lo económico o político.
Entre los roles sociales más
importantes de cada uno de nosotros está conformar familias integradas en sanos
principios y valores, para recoger alegrías y progreso. Ello requiere un gran
esfuerzo de nuestra parte para establecer óptimos niveles de comunicación, confianza y respeto mutuo, que
sean parte de la familia y de cada uno de sus miembros y se reflejen en la
actuación social de éstos.
En conclusión, lo que hagamos o
dejemos de hacer en nuestra familia tendrá impacto positivo o negativo en
nuestra sociedad. Este es nuestro rol social clave para dejar un mejor mundo a
nuestros hijos.
Es muy difícil construir una sociedad
sana si permitimos que el átomo de la familia se desintegre.
1. Referencia tomada del reconocido filósofo Lou Marinoff en su libro
el ABC de la Felicidad.
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