viernes, 14 de agosto de 2020

Todo tiene su tiempo y espacio; en otras palabras, su momento. Miguel A. Terán


Un viejo refrán expresa que “No hemos ensillado el caballo y ya pretendemos cabalgar”, como un válido ejemplo de que llevamos una vida de carreras, todo es rápido y urgente. Corremos y corremos para, tal cual el perro, alcanzar y morder nuestra propia cola. El problema no es que no tengamos tiempo, sino que desperdiciamos enormes cantidades de este recurso NO RENOVABLE frente a un televisor, la computadora, el celular, en discusiones estériles, etcétera; y luego pretendemos recuperarlo corriendo, presionando y atropellando.

Se nos va la vida corriendo tras lo urgente y nos olvidamos de lo realmente importante. Giramos en círculos y nos sorprendemos cuando sentimos no avanzar. No tenemos tiempo para reflexionar ni evaluar lo que nos ha sucedido; entonces, buscamos explicaciones banales cargadas de excusas, justificaciones o culpas hacia los otros, pero sin aprendizaje ni propuestas o compromisos de cambio o mejora personal. En la carrera perdemos momentos de felicidad y oportunidades de crecimiento que no volverán. 

Esa prisa ni siquiera nos permite disfrutar de lo que hacemos, ya que aún no hemos terminado  algo y estamos pensando en lo que vendrá o adquiriendo otros compromisos. Muchas cosas las vemos de manera superficial, atacando síntomas sin darnos cuenta que la causa sigue presente y continua desarrollándose, pero consideramos que debemos continuar cabalgando de prisa. Confundimos la vida con un hipódromo.

Todo el tiempo pretendemos estar haciendo algo, estar ocupados en algo, como si descansar y disfrutar de tiempos o momentos de ocio fuera algo pecaminoso. Los días, las semanas, los meses y los años pasan en un continuo hacer para tener más o para conservar lo que tenemos. Decía Ralph Waldo Emerson, el genial escritor, filósofo y pensador estadounidense "El éxito consiste en obtener lo que se desea. La felicidad, en disfrutar lo que se obtiene", con esta interpretación de Emerson podríamos -sin temor a equivocarnos- afirmar que hay  personas exitosas, pero muy pocas felices.  

Sin duda, uno de nuestros peores hábitos es la costumbre de posponer, especialmente momentos de descanso y disfrute. Los dejamos para más adelante, como si tuviéramos vida eterna. Muchos viven luchando y haciendo algo hasta el último momento de sus vidas. Las actividades y tareas vienen unas detrás de otras, sin parar, siempre parece haber algo que nos impide disfrutar.  

Lo razonable es que cada cierto tiempo nos detengamos para evaluar lo que hemos hecho, lo que estamos haciendo y en que camino vamos; de esta manera nos brindamos la oportunidad de corregir el rumbo y hacer los ajustes a que haya lugar, evitando llegar muy lejos en la ruta equivocada. 

Miguel A. Terán
Psicología, filosofía y coaching.

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Nota: imagen extraída de la web

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