Evitemos tomar a los demás como referencia para
ser felices.
Miguel A. Terán
Expresaba el escritor y aviador estadounidense,
Richard Bach, “Si tu felicidad depende de lo que hagan los demás, supongo que
estarás en aprietos”. La felicidad propia con referencia a la felicidad de
otros no es posible alcanzarla, porque siempre imaginamos a los otros más
felices de lo que en realidad son, nos decía el escritor y político francés
Barón de Montesquieu.
Por su parte, el poeta italiano del siglo XVIII,
Pietro Metastasio, afirmaba que “Si las íntimas preocupaciones de cada cual se
leyeran escritas sobre su frente !Cuántos que causan envidia nos generarían
lástima!”. Vemos lo superficial, pero no es fácil ver los sufrimientos y
esfuerzos. Podemos llegar a envidiar a alguien, simplemente por desconocimiento
de lo que ese alguien enfrenta a diario, para hacer y tener lo que envidiamos.
Las comparaciones siempre son incompletas, porque
es imposible verificar todos los detalles y variables, para hacerlo de manera
justa y equilibrada. Es fácil ver o entrarse de algunos logros de alguien, las
noticias y el rumor corren rápido, pero no es fácil conocer y comprender los
esfuerzos y sacrificios de esa persona para alcanzar tales logros.
También es muy común que atribuyamos los logros de
otros a la suerte, a sus relaciones o contactos, pero en realidad muchos de
esos logros –por supuesto con excepciones- corresponden más al resultado
de los pequeños y grandes esfuerzos y sacrificios de cada día.
La felicidad parece radicar dentro de nosotros;
consciente de ello, cientos de años atrás el poeta romano Publio Siro reconocía que “Ninguna persona es feliz a
menos que crea serlo”. En similar orden de ideas, unos cuantos siglos después,
el político estadounidense Abraham Lincoln afirmó “Casi todas las personas
son tan felices como deciden serlo”.
“Mi felicidad consiste en que sé apreciar lo que
tengo y no deseo con exceso lo que no tengo”, expresaba el escritor ruso León
Tolstoi. Compararnos con los demás para concluir cuán felices somos, hará que
siempre estemos incompletos, porque cualquier cambio en el otro –objeto de
nuestra comparación- nos llevará a considerar la necesidad de hacer
algo para imitarlo, y así perdemos nuestra paz y con ella nuestra felicidad.
El hermoso poema Desiderata del estadounidense Max
Ehrmann, publicado en 1948, expresa en una de sus estofas “Si te comparas
con los demás, te volverás vano y amargado, pues siempre habrá personas más
grandes y más pequeñas que tú”. En realidad, el reto en nuestras vidas es
compararnos y superarnos a nosotros mismos, para lograr ser lo que deseamos y
podemos llegar a ser.
Julio 23, 2015.
Miguel A. Terán
Psicología, filosofía y coaching.
Blog: www. miguelterancoach.blogspot.com
Twitter: @MiguelATeranO
Nota: imagen extraída de la web
Referencias: Tomadas de Wikipedia + RAE
(Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española).
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