"Todos tenemos dos cumpleaños. El día que nacemos, y el día en que
despierta nuestra conciencia".
Maharishi Mahesh Yogui (1917 - 2008) Gurú religioso de la India, fundador
del movimiento Meditación Trascendental.
REFLEXIÓN: Se dice que envejecer es obligatorio, pero madurar y crecer es
opcional. Podemos transitar a través de los años, coleccionando arrugas y
canas, más que conciencia de lo que somos y de lo que realmente hacemos, en el
sentido de dejar huella y trascendencia de bienestar para quienes vendrán
detrás de nosotros.
Es práctica común evitar enfrentar los problemas, pero cuando éstos son
inevitables, pretendemos resolverlos rápido y de manera “cosmética”, sin reales
soluciones, dedicándonos a atacar sus síntomas, efectos y consecuencias, sin
entender los procesos ni mucho menos sus causas o raíces. De esa manera los
detenemos temporal y artificialmente, pero seguirán creciendo y complicándose,
para regresar más adelante fortalecidos.
Nuestras creencias y paradigmas nos impiden tomar conciencia. Hacemos de la
vida una rutina, sin sentido, contenido, ni un claro destino, parecemos parte
de una manada. No obtenemos provecho a
las vivencias y experiencias, para convertirlas en aprendizaje u
oportunidades de cambio, por no haberlas reflexionado ni interpretado
adecuadamente.
En ese transitar por la vida nos cargamos de miedos, temores, inseguridades
y angustias, por un futuro que nos lo han vendido incierto, y lo hemos comprado
sin reflexión alguna. En muchos casos, se vive el presente acompañado de un
pasado cargado de reproches y frustraciones, que solo recordarlo es motivo para
deprimirnos.
La falta de conciencia nos lleva por la vida fuera de armonía, balance y
equilibrio, sin conexión con nosotros mismos, pero con falsas conexiones con
nuestro entorno. No damos significado a buena parte de lo que nos ocurre,
simplemente ocurre. Nos sentimos víctimas de nuestras circunstancias. Vivimos
preocupados en extremo por nuestra imagen exterior y muy poco por la imagen
interior. Sabemos lo que tenemos y hacemos, en lo material y las diarias
actividades, pero nunca nos hemos preguntado quiénes somos.
Parece que no hay opción de cambiar nuestra forma de pensar, de
relacionarnos y comunicarnos. Apegados a lo material, a lo pragmático y
utilitario, sin espacios ni tiempos para el espíritu. Luchamos con más
circunstancias y problemas imaginarios que reales. En vez de ser una voz nos
acostumbramos a ser un eco. Transitamos por la vida a lo largo, pero no a lo
ancho.
Hacemos de los valores un concepto situacional, porque dependiendo de la
situación aplican o no, se utilizan o no. Semejante error creernos honestos,
cuando simplemente lo somos porque no hay forma de ser deshonestos. Alguien
refería que muchos individuos no roban simplemente porque no tienen la
oportunidad. Racionalizamos y justificamos todas nuestras faltas. La riqueza
adquirida fácil, la viveza, el oportunismo y similares parecen ser ejemplo a
seguir, sin conciencia de ningún tipo.
Nos vemos más como individuos que como miembros de una comunidad. Hemos
perdido la capacidad para establecer contactos reales con los demás, logrando
una convivencia muy pobre. El psicólogo y filósofo venezolano, Dr. Manuel
Barroso, refiere que vivimos la fantasía de los miles de contactos que logramos
a través de la tecnología, pero nunca como hasta ahora nos hemos sentido tan
solos.
La pareja y la familia han perdido espacios y tiempos, hurtados por la
televisión, internet y las redes sociales, además del exceso de trabajo para
tener nivel de compra y de estudios, para sobrevivir en una sociedad basada en
la competencia.
Hemos contribuido o –cuando menos – sido cómplices de que nuestros hijos
abandonen temprano su niñez y adolescencia para asumir también tempranamente
responsabilidades de adulto. Con el visto bueno de los padres, muchos niños han
debido abandonar sus sueños, para convertirse en el proyecto de la sociedad y
sus padres.
Hemos avanzado en nivel de vida, tenemos más cosas que nos dan confort,
pero hemos perdido la calidad de esa vida, necesaria para alcanzar la paz
requerida para transitar hacia la felicidad. Nos olvidamos de disfrutar lo que
tenemos y estamos más preocupados pensando en lo que carecemos.
Despertar nuestra conciencia no es fácil, todo parece confabulado para no
lograrlo. En algunos casos, ciertos eventos personales, familiares o sociales
dramáticos logran despertarla, llevándonos a considerar y rectificar el rumbo
de nuestra vida, para encontrarle sentido.
En ese momento reconocemos que hemos caminado por un lado y hablado por
otro lado, que nuestros pensamientos, emociones, decisiones y acciones han
estado desalineadas, cada una por su lado.
Ese día que tomamos conciencia nos convertimos en seres nuevos, creativos,
de mente abierta, empáticos, ecológicos, sensibles, pero sobre todo humanos,
conscientes que recogeremos lo que sembramos, por ello ese día debemos
reconocerlo como un nuevo nacimiento.
Miguel A. Terán
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Nota: imagen extraída de la web
Referencias: Tomadas de Wikipedia.
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