Escoger buenas lecturas
Dieta para evitar indigestarnos mental,
emocional y espiritualmente.
Miguel
A. Terán
Tan
importante como alimentarte es alimentarte bien, con productos nutritivos y
sanos. El mismo consejo aplica para la lectura. Hoy día es fácil encontrar gran
variedad de productos “literarios”, incluyendo artículos y otras breves lecturas;
con la adicional dificultad, que a diferencia de los alimentos, tanto los libros,
como artículos y otras lecturas en general, no traen etiquetas que indiquen su
información nutricional ni advertencias, de ningún tipo, que nos prevengan
sobre los riesgos de su uso.
Sería
igualmente recomendable que tal cual los medicamentos, los libros y artículos,
deberían traer sus indicaciones, contraindicaciones y efectos colaterales, especificando
dosis y, muchos incluso, deberían venderse o autorizar su lectura solo con
prescripción facultativa o de un especialista.
Un
libro puede marcar la vida de una persona, tal cual refiere la expresión del
insigne pensador estadounidense Ralph Waldo Emerson: “En muchas ocasiones la
lectura de un libro ha hecho la fortuna de un individuo, decidiendo el curso de
su vida”; esta cita fue planteada por R. W. Emerson en la perspectiva positiva,
pero debemos reconocer que también un libro puede hacer daños al desviar el
curso de la vida del lector por inadecuados caminos, llenándolo de equivocadas creencias
que podrían convertirse en incuestionables, transformándose en sus paradigmas
de vida.
La
lectura puede nutrirnos o intoxicarnos. En la medida que una determinada lectura
llegue a mentes más jóvenes, menos firmes, más ignorantes o poco sólidas en sus
convicciones, la influencia e impacto de lo leído será mayor, para bien o para
mal, dependiendo del tipo de lectura. Allí la historia tiene ejemplos de apasionamientos,
fanatismos y adoctrinamientos, que han utilizado la lectura para sacar a los
lectores del mundo real y manipularles en búsqueda de particulares objetivos.
Hoy
día, por razones de negocio, el bufón de la corte es convertido en el Rey, y es
por ello que aparecen individuos fabricados como gurús y autores, por
maquinarias de mercadeo y comerciales. Pero solo basta escucharles o leerles con
criterio, para darnos cuenta que son simples productos, tal cual una cartera o
un par de zapatos. Aunque, en resumidas cuentas, si existen es porque hay un
“Target” o un objetivo de lector que comprará y se intoxicará con eso o, cuando
menos, se entretendrá leyendo algo, que puede darle un halo de actualidad, e
incluso de “intelectualidad”, en cualquier conversación social.
Una
parte importante del negocio literario está dirigido a la lectura como un
entretenimiento o hobbie, y en países del llamado primer mundo, la gente lee
cantidades, pero en su mayoría son lecturas vacías y sin contenido, que
mantienen al lector ignorante en temas sociales y humanos, incluso financieros,
económicos, históricos y hasta geográficos. El Premio Nobel de Literatura Mario
Vargas Llosa, refiriéndose a un género particular de lecturas, reconoce que el objetivo de éstas es “…no es instruir, sino hechizar al lector: destruir su
conciencia crítica, absorber su atención, manipular sus sentimientos, abstraerlo
de su mundo real y sumirlo en la ilusión”.
El
famoso escritor Hermann Hesse, Premio Nobel de Literatura (1946), consideraba
que los libros solo tienen valor cuando conducen a la vida y le son útiles.
Existe
innumerable literatura de auténticos y verdaderos escritores, en diferentes
géneros, que llenan nuestras vidas de reflexión,
contenidos y crecimiento, dando sentido a muchos temas, experiencias, sueños y
vivencias. Al transitar a través de las lecturas de estos maestros de la
escritura, sentimos liberarnos y abrir nuestras mentes, corazones y espíritus a
un mundo de infinitas perspectivas, sueños, cambios y retos.
Decía
el escritor, político y diplomático
italiano Carlo Dossi que él nunca escribía su nombre en el libro que
compraba sino hasta después de haberlo leído, porque era luego de leerlo que se
atrevía a considerarlo de su propiedad; tal vez haciendo alusión o referencia a
aquellas lecturas que no vale la pena ni recordarlas. La lectura al igual que muchas otras cosas
que consumimos por los diferentes sentidos tiene efecto residual, nutritivo o
tóxico.
En
un mundo donde se sueña con que alguien desarrolle píldoras para todo,
inclusive para la lectura y adquisición de conocimiento, debemos ser cuidadosos
para no dejarnos atrapar por la búsqueda de récipes o recetas para ser feliz y
dejar a un lado los problemas. Tengamos siempre presente que construirnos como
seres humanos es un proceso de toda una vida, de experiencias, reflexiones y
aprendizajes, donde no hay atajos. Los buenos libros pueden orientarnos para
conseguir el camino perdido y el equilibrio requerido, pero hay que abrirlos,
leerlos, reflexionarlos y ponerlos en práctica.
Evitemos
comprar títulos o portadas llamativas, que resaltan el nombre del autor, en algunos
casos hasta su físico, y que son simples
productos del mercadeo. Elegir bien los escritores que leeremos y el contenido
de los libros o artículos, verificando las credenciales profesionales, académicas
y de vida de quienes los escriben, es condición vital para evitar desperdiciar
nuestro tiempo leyendo temas que, lejos de ayudarnos, nos confundirán,
decepcionaran o, en el menos malo de los
casos, tendrán efecto inocuo, pero
habrán robado nuestro más valioso recurso: el tiempo.
Tengamos
siempre presente que lo que leemos alimentará o indigestará a nuestra mente,
corazón y espíritu. Escojamos con adecuado criterio nuestras lecturas y
escritores.
MAT
/ Mayo 18, 2014.
Blog:
http://miguelterancoach.blogspot.com
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