“Existimos
temporalmente a través de lo que tomamos, pero alcanzamos la eternidad por
medio de lo que damos”.
Douglas M. Lawson, PhD (n. 1936). Escritor y filántropo estadounidense.
REFLEXIÓN: En
lo terrenal, San Agustín nos invitaba a dar lo que tenemos para merecer recibir
lo que nos falta. Caminamos hacia otro nivel en el desarrollo y crecimiento
como seres humanos, cuando dedicamos parte de nuestro tiempo y esfuerzo para
apoyar y ayudar a otros.
Es un reto
procurar crecer y desarrollarnos en los diferentes aspectos de la vida, hasta
donde - personalmente - consideremos que se justifica hacerlo; pero, en ese
transitar, debemos, no solo evitar hacer daño a los demás, sino hacerles el
bien al ayudarles a crecer, progresar y avanzar con nosotros. No se trata solo
de enseñarles algunas destrezas para ganarse la vida, es enseñarles lo que
nosotros mismos hemos aprendido acerca de la vida. Cualquier compromiso y
esfuerzo en el desarrollo de otras personas debe acompañarse de un componente
humano y espiritual.
Decía el poeta
libanés Khalil Gibran “Hay quienes dan con alegría y esa alegría es su premio”.
La satisfacción de dar y ayudar, no solo en lo material, sino también en lo
emocional y espiritual, debe ser por si misma satisfactoria; porque de lo
contrario, siempre estaremos esperando una retribución o agradecimiento del
otro, y el tema se convertiría en un intercambio de favores.
Algunos siglos
atrás, el científico alemán Georg Christoph Lichtenberg, expresaba que muchos
individuos de mal corazón creen reconciliarse con el cielo cuando dan una
limosna.
Tenemos el
deber de contribuir a que toda persona que se cruce en nuestro camino, resulte
beneficiada al haber sido también parte de nuestra vida. Si todos pensamos así,
será en beneficio de todos.
Miguel A.
Terán
¡Feliz Día!
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