jueves, 24 de octubre de 2024

Tiempo y Familia

 

Artículo publicado en Los Tiempos Newspaper - Miami, Florida USA

Miguel A. Terán

Psicología, Filosofía y Coaching

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Los padres de estos tiempos y, quizá, desde algunas décadas atrás, hemos estado viviendo la vida a toda prisa, llena de compromisos y obligaciones, más enfocados en el futuro y lo que vendrá, mientras perdemos el vital contacto con el presente.

La verdad es que el tiempo con nuestros hijos pasa más rápido de lo que suponemos, pero desgraciadamente nos damos cuenta cuando ya es algo tarde. De repente un día los vemos abrir la puerta y salir en busca de su propia vida.


Es cierto que no es fácil nadar entre dos corrientes, una para cubrirles sus necesidades y otra para poder disfrutar con ellos. Sin duda, que el epicentro del problema parece ubicarse en los progenitores, quienes, preocupados y ocupados por los temas económicos para cubrir las necesidades de vivienda, alimentación, seguridad, salud, educación y otras, junto a las angustias por las incertidumbres del futuro, descuidan su función de educadores y formadores de sus hijos. Aquí la lucha debe ser con nosotros mismos, como padres, para definir cuáles “necesidades” son reales, y cuáles son resultado de la presión social que nos lleva a tratar de satisfacerlas.

Nos llenamos de múltiples compromisos, muchos de éstos innecesarios, los cuales son difíciles de priorizar, para dar un sano orden a nuestras actividades diarias. Stephen Covey, el consultor y orador estadounidense planteaba “Tienes que decidir cuál es tu máxima prioridad y tener el coraje de decir “no” a otras cosas”. Todo lo valioso y duradero en la vida requiere tiempo para construirlo. Por ello, cuando los padres pierden la equilibrada perspectiva de su rol y se dedican solo al oficio de proveedores de bienes para su familia, abandonando o descuidando las responsabilidades básicas del hogar, de pareja y de la crianza de sus hijos, esa decisión traerá consecuencias nefastas para la familia, sus integrantes y la sociedad en general.

Cambiar nuestro estilo de crianza no es fácil. Porque es todo un reto aprender a escucharlos atentamente, mirándolos a sus ojos y demostrando genuino interés en la conversación; dejar a un lado todo lo que nos distraiga, especialmente nuestro celular; acompañarlos al momento de alguna de sus comidas, al realizar sus tareas escolares o antes de dormir.

Un especialista que escuché hace mucho tiempo refería la mentira de “Tiempo de Calidad”, porque a su entender los niños simplemente necesitaban tiempo. En algunas oportunidades, tal vez será tiempo de calidad y en otras será necesario simplemente la mayor cantidad de tiempo posible, depende de cada caso, momento y situación. Pero debemos ser presencia y no ausencia.


Parece realidad que hemos venido perdiendo tiempos y espacios para nuestros hijos, pareja y descanso, preocupados por temas económicos reales y ficticios.  Y queda aquí, visiblemente expuesta, una falla de la sociedad, al no tomar conciencia del proceso de deterioro familiar, debido al desequilibrio trabajo-familia, cuyas consecuencias repercuten –con mayor contundencia e impacto- no solo en la familia, sino en la misma sociedad. 

El escaso tiempo “disponible” para la crianza de los hijos puede dejar en ellos profundos vacíos en afectos y otras necesidades de orden psicológico, que podrían intentar llenarse en lugares menos adecuados, entre amigos inadecuados o bajo la peligrosa tutela de la televisión, internet y las redes sociales. 

Es un hecho que las relaciones no se construyen “Overnight” o de la noche a la mañana; por ello, no es fácil pretender lograr una buena relación con nuestro hijo adolescente cuando esa relación no fue cultivada ni abonada durante los años de su infancia. Parafraseando al escritor italiano Leon Battista Alberti, el mejor legado que podemos dejar a nuestros hijos es un poco de nuestro tiempo cada día.

En un pasado, no muy lejano, los niños disponían de mamá a tiempo completo, luego con la incorporación de la mujer al campo de trabajo esa dedicación cambio. Siempre podemos hacer dinero, pero no siempre podemos lograr recuerdos, refiere una sabia frase. Los momentos pasan y son irrepetibles, en ese aspecto el tiempo no perdona. 

En estos tiempos innumerables padres consideran la crianza de los hijos como un proyecto, con vidas llena de fines, objetivos, metas, estrategias, tácticas, planificación, presupuestos, evaluación y mediciones, y por supuesto resultados. No hacerlo así, significaría dejar el proyecto al azar, de hecho, las empresas y organizaciones funcionan de manera planificada. El autor y especialista Carl Honoré, afirma que cuando los adultos “secuestran la infancia” de sus hijos, los niños ya no tienen tiempo para atender actividades básicas y vitales para su desarrollo como seres humanos y seres sociales.

De manera tal, que la vida no es ni debe ser un objetivo, ni mucho menos considerada o tratada como una empresa; y si bien es cierto, que no debemos llevarla sin rumbo ni sentido, porque parece razonable que tengamos algún horizonte, tampoco es válido que el objetivo sea convertirla en un proyecto.

A la escuela se le han venido delegando responsabilidades que no le pertenecen, ya que la escuela siempre será un complemento, el lugar donde se forman nuestros hijos, nunca el lugar donde los educamos, porque educar es una tarea del hogar. Afirmaba el Santo Papa Juan Pablo II que “La familia es base de la sociedad y el lugar donde las personas aprenden por vez primera los valores que les guían durante toda su vida”.

Uno de los riesgos de conducir la vida como un proyecto es   vivir enfocados en el futuro, mientras se nos escapa el presente. La clave parece ser retomar la cercana relación con nuestros hijos como una fórmula para construir y desarrollar familias sólidas, en principios y valores, que ayudarán a construir una sociedad sólida y feliz.

Este artículo fue escrito por el autor sin uso ni apoyo de Inteligencia Artificial (IA)

jueves, 3 de octubre de 2024

La soledad un tema que debemos comprender y aprender a manejar - Miguel A. Terán

Artículo Publicado en Los Tiempos  Newspaper, Miami Florida USA Septiembre- Octubre 2024

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Podemos afirmar que cuando decidimos estar solos, no es soledad, es una de las tantas elecciones que tomamos con nuestra libertad.  La palabra soledad, aunque el diccionario la define como “Carencia voluntaria o involuntaria de compañía”, describe mejor y con más precisión a la carencia involuntaria de compañía. Dominar el arte de aprender a vivir es un logro importante de vida, ya que requiere que seamos buena compañía para nosotros mismos, sin sentir que estamos solos. 


Un refrán popular dice: “Más vale estar solo que mal acompañado”. Andar en desesperada búsqueda de compañía, para evitar la soledad, es una de las peores fórmulas o estrategias que podemos utilizar para sentirnos “acompañados”, ya que puede acercarnos a personas tóxicas, que nos hundirán en complicados problemas.

Pretender estar siempre acompañado no es sano para nuestra mente ni espíritu, porque impide ese necesario contacto con nosotros mismos y nos ata siempre a una referencia externa. Tampoco es sano estar siempre solos de manera voluntaria, porque es necesario compartir en compañía de otros, al fin y al cabo, somos seres sociales. Pero es vital escoger adecuadamente nuestras compañías. La clave es estar conscientes «Que la compañía sea una decisión y no una necesidad”.

El escritor y Premio Nobel de Literatura, el colombiano Gabriel García Márquez, afirmaba que «El secreto de una buena vejez no es otra cosa que un pacto honrado con la soledad». La soledad puede atormentarnos en cualquier momento de la vida, pero sí algo debemos aprender en el transcurso de los años jóvenes, y lo reitero como condición para cuando lleguemos a viejos, es aprender a ser compañía para nosotros mismos, porque así nunca estaremos solos, pero esa actitud de hacernos compañía a nosotros mismos requiere tiempo para sembrarla y cosecharla.

La consagrada actriz española Carmen Maura, considera que “la soledad es la conquista a la que debe dedicarse todo ser humano”. Aprender a estar sin otro, resulta fundamental, sin tratar de convertirnos en ermitaños, sino teniendo capacidad para pasar buenos momentos de soledad. El poeta y ensayista inglés John Milton, plantaba que “la soledad a veces es la mejor compañía”. La sensación de abandono por parte de otros es un síntoma de una indeseada soledad.


No es lo mismo la soledad voluntaria que la soledad involuntaria; en la primera, la sensación es de «estar solo»; en la segunda, es «sentirse solo», son sensaciones muy distintas, aunque ambas, las podemos definir como soledad. Esa segunda, «sentirse solo», representa la auténtica y triste soledad.

Sin embargo, cuando la vida nos cambia y el éxito nos sonríe y deslumbra, corremos el riesgo de sustituir consecuentes y fieles amistades, por nuevas y efímeras.  Muchas “amistades” de fiestas y buenos momentos, resultan absolutamente infieles y pasajeras, cuando las situaciones se deterioran y aparecen las crisis y problemas, y allí nuestra única compañía será la soledad, si hemos aprendido a compartir con ella. 

Una de las soledades más tristes, es aquella en la que estamos supuestamente “acompañados” y, a pesar de ello, nos sentimos solos. El fallecido actor Robin Williams, expresó acertadamente esa contradictoria “soledad en compañía”, cuando dijo: “Solía pensar que la peor cosa en la vida era terminar solo y no lo es. Lo peor de la vida es terminar con alguien que te hace sentir solo”. En otras palabras, parece que sentirnos solos no necesariamente es por falta de compañía, he aquí una complejidad adicional de la soledad. 

Recuerdo en mi temprana juventud, con apenas 17 años, me fui a vivir a una gran ciudad para continuar estudios en la universidad. Había dejado muy lejos mi ambiente natural, mi pueblo, mi familia y mis amigos; y un día, caminaba por una congestionada avenida, llena de vehículos y personas, donde costaba caminar casi sin chocar con alguien, y tuve la sensación de “estar muy solo”, lo cual parecía contradictorio ya que estaba rodeado de mucha gente. Años después, comprendí ese mensaje de la vida.

En línea con la importancia de la soledad, el pensador francés Marqués de Vauvenargues, decía siglos atrás, que “La soledad es para el espíritu lo que la dieta es para el cuerpo”. La soledad es una oportunidad para crecer espiritual, psicológica y emocionalmente, mientras dialogamos con nosotros mismos. Es necesario ubicar en nuestro diario trajinar espacios y momentos para escucharnos y reflexionar solo con nosotros mismos. El escritor italiano Carlo Dossi se preguntaba “¿Por qué, en general, las personas rehúyen a la soledad?”, y él mismo respondía: “Porque son muy pocos quienes encuentran compañía consigo mismos”. 

La tecnología de estos tiempos nos quita espacios que deben ser para la soledad, pero no los sustituye por una verdadera compañía. Nuestros espacios y momentos personales parecen cada vez más escasos, al transcurrir nuestras horas entre la televisión, internet, el celular y las personas que nos rodean, muchas de las cuales solo nos roban espacios y momentos de soledad, sin mayores aportes. Aunque es importante tener claro que cualquiera puede invadirnos si nosotros no establecemos adecuados y firmes límites. 

Aprender a hacernos compañía requiere años de contacto con nosotros mismos, por lo cual no podemos llegar a la vejez sin ser nuestros buenos amigos. De esta manera la soledad no será motivo de tristeza, sino de compañía y reflexión. Entonces, definitivamente, podemos concluir que envejecer parece ser un arte. Si algo debemos aprender, durante nuestro transitar por la vida, es a ser buena compañía para nosotros mismos, lo cual será una valiosa actitud en los años de ancianidad. Si logramos este objetivo, la soledad no será motivo de temor, tristeza o desconcierto; todo lo contrario, siempre estaremos felices en compañía de nosotros mismos.

“Benditos sean aquellos que no temen la soledad. Que no se asustan con la propia compañía, que no se desesperan en busca de algo en lo que ocuparse, divertirse o que juzgar”, nota tomada del manuscrito encontrado en Accra, y referida por el famoso escritor brasileño Paulo Coelho.

Este artículo fue escrito por el autor sin uso ni apoyo de Inteligencia Artificial (IA)


jueves, 12 de septiembre de 2024

"Quiero recordar tu rostro para que cuando te encuentre en el cielo, pueda reconocerte y agradecerte una vez más.”

Cuando el locutor de radio le preguntó al multimillonario nigeriano Femi Otedola en una entrevista telefónica: "Señor, ¿Qué puede recordar que lo hizo un hombre más feliz en la vida?"



Nota de Referencia (Wikipedia): Femi Otedola (nacido el 4 de noviembre de 1962) es un empresario nigeriano, filántropo y ex presidente de Forte Oil PLC, un importador de productos de combustible. Otedola es el fundador de Zenon Petroleum and Gas Ltd, y propietario de una serie de otras empresas en los sectores de transporte marítimo, bienes raíces y finanzas.

A la pregunta del locutor Femi respondió:

"He pasado por Cuatro Etapas de Felicidad en la Vida y finalmente entendí el significado de la verdadera felicidad".

La Primera Etapa fue Acumular Riqueza y Medios. Pero en esta etapa no obtuve la felicidad que quería.

Luego vino la Segunda Etapa de Recolección de Objetos de Valor y Artículos. Pero me di cuenta de que el efecto de esta cosa también es temporal y el brillo de las cosas valiosas no dura mucho.

Luego vino la Tercera Etapa de Conseguir Grandes Proyectos. Fue entonces cuando tenía el 95% del suministro de diesel en Nigeria y África. También fui el armador más grande de África y Asia. Pero incluso aquí no obtuve la felicidad que había imaginado.

La Cuarta Etapa fue cuando un amigo mío me pidió que comprara una silla de ruedas para unos niños discapacitados. Casi 200 niños.

A pedido del amigo, inmediatamente compré las sillas de ruedas.

Pero el amigo insistió en que fuera con él y les entregara las sillas de ruedas a los niños. Me preparé y fui con él.

Allí les di estas sillas de ruedas a estos niños con mis propias manos. Vi el extraño brillo de felicidad en los rostros de estos niños. Los vi a todos sentados en las sillas de ruedas, moviéndose y divirtiéndose.

Era como si hubieran llegado a un lugar de picnic donde comparten un premio mayor.

Sentí VERDADERA alegría dentro de mí. Cuando decidí irme, uno de los niños me agarró las piernas. Traté de liberar mis piernas suavemente, pero el niño me miró a la cara y me agarró las piernas con fuerza.

Me agaché y le pregunté al niño: ¿Necesitas algo más?

La respuesta que me dio este niño no sólo me hizo feliz, sino que también cambió mi actitud ante la vida por completo. Este niño dijo:

"Quiero recordar tu rostro para que cuando te encuentre en el cielo, pueda reconocerte y agradecerte una vez más".

¿Por qué seremos recordados después de dejar esa oficina o lugar?

¿Alguien deseará volver a ver nuestro rostro?

Esta es una pieza de lectura obligada. La estoy publicando para mis amigos y me gustaría que ellos también la publicaran.

 Intentemos tocar vidas, Dios te bendiga.

Tomado de la red. Autor desconocido.

viernes, 23 de agosto de 2024

El Cambio, lo único constante en la vida. Heráclito de Éfeso, Filósofo Griego.

 

Artículo publicado en Los Tiempos Newspaper- Miami, Florida. USA Agosto- Septiembre 2024

Miguel A. Teran

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El filósofo griego Heráclito consideraba que todo en el universo estaba en constante cambio y movimiento, para él “todo fluye en la vida”. Afirmaba que “El cambio no es solo una parte de la vida, sino que es la vida misma”. La realidad, que debemos reconocer, es que el cambio está en continuo proceso de ocurrencia, algunas veces de manera sutil y otras veces de manera aparentemente abrupta o violenta.  


Es importante aclarar, que la mayor parte de las veces, ese cambio que consideramos ocurre u ocurrió de manera abrupta o violenta, no es más que el resultado de pequeños e imperceptibles cambios que vinieron dándose a través del tiempo, hasta que se da el real cambio. Un ejemplo, podríamos referirlo con el movimiento de las placas tectónicas de nuestro planeta, que se mueven de manera casi imperceptible durante años o décadas, hasta que finalmente se produce una grieta que ocasiona un terremoto.

En otras palabras, lo cierto es que ese terremoto vino gestándose paulatina y silentemente, hasta que sucede de manera “violenta”, cuando se dan las condiciones para su ocurrencia. Sin embargo, vale tener presente, que al igual que este ejemplo de la naturaleza, muchos eventos humanos y sociales, se gestan de igual manera, con el paso del tiempo y muchas veces en forma paulatina y silente.

El filósofo contemporáneo español Fernando Savater, lo explicó de manera sencilla y clara, haciendo referencia a que solo nuestra ignorancia de cómo están o estaban las cosas en el momento A justifica que nos sorprendamos de lo que pasa u ocurre luego en el momento B.


Algunos cambios desembocan en crisis y algunas crisis desembocan en cambios. Y existen o se dan muchos tipos de crisis personales, de salud, familiares, de pareja, sociales, laborales, etcétera. La crisis debe llevarnos a elegir otras alternativas propiciando los necesarios cambios para resolverlas. Muchos individuos ven las crisis como una tragedia, mientras que otros las ven como oportunidades.

En lo personal cambiar exige que salgamos de la costumbre, la comodidad y del hábito, que representa nuestro nivel del confort. Y, para dar el paso hacia el cambio, será necesario que «el dolor de cambiar sea menor que el dolor de permanecer donde estamos». Vale la pena releer esta última frase, para realmente comprenderla en sus dimensiones.

Entonces, es posible cambiar, pero primero debemos tomar conciencia de la necesidad de cambiar. El médico, autor y conferencista español Mario Alonso Puig reconoce que "Las personas solo cambiamos de verdad cuando nos damos cuenta de las consecuencias de no hacerlo". Ese darnos cuenta, podemos reconocerlo como esa toma de conciencia, no solo de la opción de cambiar, sino de la necesidad impostergable de hacerlo.  

Es un hecho que debemos tener una actitud de apertura para hacer del proceso de cambio parte de nuestro desarrollo, crecimiento y progreso, pero es necesario hacer de nuestro cambio un proceso consciente en cada etapa, no solo el resultado de transitar en una dirección acompañando multitudes, como uno más de la manada. De allí, ratificamos la importancia de lograr un cambio consciente, donde comprendamos las razones para cambiar.  

Algunas veces simplemente aceptamos un cambio, por presión u otra condición, pero un cambio verdadero requiere conciencia para que la aceptación sea genuina. “No se descubren nuevos continentes sino se tiene el valor de perder de vista la costa”, expresaba André Gide, escritor francés y Premio Nobel de Literatura (1947). 

La mayor parte de las veces estamos enfocados en el cambio afuera, cuando el verdadero cambio comienza en nosotros mismos, al cuestionar nuestras creencias y paradigmas, brindándonos la posibilidad de ver y hacer las cosas de manera distinta. La palabra disciplina, culpable de nuestros fracasos, es un simple “chivo expiatorio” o excusa utilizada para no continuar con un cambio que emprendimos, pero que en realidad no tenemos conciencia de la importancia y necesidad de continuarlo. 

Algunas veces cuando reconocemos y, finalmente, aceptamos la necesidad de cambiar, cuando tomamos conciencia, la oportunidad pudo haberse perdido, pero siempre quedará la experiencia y el aprendizaje para nuevas oportunidades.

La primera tarea cuando pretendemos cuestionar el rumbo de nuestra vida es considerar si cualquier necesidad de cambio es real, imaginaria o algo puntual, porque no es sano tomar decisiones definitivas para resolver problemas irreales, temporales o coyunturales, menos aún bajo la influencia de las emociones. Por ello, es vital tener claras nuestras prioridades para alinear el cambio con esas prioridades, ya que no es solo aceptar lo nuevo sino dejar a un lado lo anterior.

Este artículo fue escrito por el autor sin uso ni apoyo de Inteligencia Artificial (IA)

En memoria del Buen Amigo, Mentor y Colega Dr. Manuel Barroso (QEPD), Filósofo, Psicólogo, Educador, Escritor, Terapeuta y Consultor Venezolano, egresado de la Universidad de Loyola (Chicago) entre otras prestigiosas instituciones. El Dr. Barroso desarrolló un profundo pensamiento analítico, crítico, transformador y creador de alternativas u opciones de solución y progreso, por las cuales siempre luchó. Un especial ser humano con quien compartir nos brindaba la posibilidad de nutrir y enriquecer de manera profunda nuestro espíritu, mente y corazón.


domingo, 28 de julio de 2024

La intimidad Pública – Miguel A. Terán

 Artículo Publicado en Los Tiempos Newspaper, Miami, Florida USA Julio -Agosto 2024.

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La expresión “Intimidad Pública” definitivamente podríamos considerarla como un «Oximoron», una palabra con dos conceptos de significado opuesto o contradictorio en una misma expresión, que crean un tercer concepto. La palabra intimidad hace referencia a algo reservado de una persona, pareja, grupo, equipo o entorno, que no debería trascender a otras personas o entornos, manteniéndose definitivamente fuera del alcance público.

Existen amistades denominadas íntimas, por compartir secretos, que no deberían trascender de los límites de esa amistad. Sin embargo, en estos tiempos de virtualidad, redes sociales e internet, la intimidad en ese concepto de privacidad perdió sus límites de reservado y confidencial, dando paso a la “Intimidad pública”.

Ahora, uno de los principales hobbies o entretenimiento de las personas parece ser tratar de convertir en pública sus vidas íntimas. Declaraciones de amor, afecto, rupturas, nuevas relaciones, viajes, visitas a restaurantes y mucho más, podemos enterarnos de todo eso en las redes sociales.

En nuestras redes sociales generalmente tenemos a ese personaje que publica -a cada momento- desde el desayuno hasta la cena, pareciendo “disfrutar” de hacernos parte de su diaria actividad. Y ni decir de publicar todo lo que hizo el fin de semana, con múltiples fotografías. Parece que si no publican lo que hacen no sienten de verdad que lo hicieron. El disfrute para ellos luce indudablemente atado a la publicación de lo que hacen. Muchos temas que se comparten en las redes podríamos decir que pertenecen más al ámbito privado e íntimo, pero el posteo en las redes lo convierte en público.

Aunque -todos sabemos- que la realidad puede ser distinta a lo que vemos en las pantallas, porque otras historias nos cuentan la vida real. Muchas veces nos sorprende un divorcio de una pareja conocida, más por lo que demostraban en las redes sociales que por la realidad, como dice el dicho “La procesión va por dentro”, porque muchos malestares, rabias, dolores, frustraciones y más los ocultamos y evitamos hacerlos públicos.  Sin embargo, hay quienes de manera extrema publican vídeos expresando sus “tragedias personales”, con llanto y todo incluido, cuando en realidad deberían buscar una cita con un psicoterapeuta, ya que en las redes solo recibirá palabras que poco ayudan, y siempre habrá alguien que “disfruta patológicamente” esas tragedias.  


Las redes sociales tienen entre sus contradicciones que “Nos alejan de los cercanos y nos acercan a los lejanos”, aunque como seres humanos el verdadero acercamiento para sentir cercanía requiere de contacto y presencia física. Es un hecho que perdemos momentos y recuerdos importantes por estar pegados a nuestros celulares, revisando la vida de otros o reportando la nuestra.

Un momento es resultado de una presencia integral en un tiempo y un espacio o lugar, la referencia a la palabra “integral” es para ratificar que debe ser en cuerpo, mente, corazón y espíritu, aunque tristemente podemos estar físicamente presentes, pero ausentes en todo lo demás, perdiendo ese momento que tal vez no se repita.

Muchos especialistas en psicología han tratado de comprender y explicar este fenómeno, de adicción a las redes sociales, atribuyéndole a baja autoestima en quien publica constantemente, porque requiere la aprobación y aceptación de otros, ser valorado socialmente con un “Me gusta” o comentarios de sus amigos en las redes.

Estudios han demostrado una relación directa entre mayor cantidad de publicaciones y menor estabilidad emocional por parte de quien pública. Muchas publicaciones están relacionadas con la falta de contacto humano y social, carencia de estos tiempos para quienes no han aprendido a convivir de manera sana con los momentos de soledad. La publicación de alguna manera busca recolectar muestras de afecto, amor o aceptación, requeridos por quien hace la publicación.

Esa publicación constante y continua en muchos casos también está dirigida a presumir. Y vale la pena recordar un viejo y sabio refrán “Dime de qué presumes y te diré de qué careces”. Hay personas que llevan una doble vida, la real y la virtual. En la real posiblemente estará “la procesión interna” que expresamos unos párrafos atrás.    

Es un hecho que detrás de la publicación en las redes también se tejen muchas envidias. En las redes todos parecen estar felices, por ello generalmente, no se publican ni velorios ni entierros, lo máximo algunas notas de duelo. Un día un amigo me comentó que iba a “Bloquear” a alguien en sus redes sociales, simplemente, porque no “podía aguantar tanta felicidad”.

Algunos saben más de la vida de otros que de la vida de ellos mismos, despilfarrando invaluable tiempo al seguirles en las redes, revisando con excesivo detalle cada espacio de las fotos que el otro comparte.

La sexualidad es una esfera de la intimidad que también ha perdido su esencia básica de intimidad, a pesar de que las relaciones en este aspecto se denominan “Relaciones Íntimas”. Muchas escenas de contenido sexual podemos verlas en ambientes públicos y en las redes sociales, aunque podríamos catalogarlas más como una simple y vulgar muestra de exhibicionismo. Además, es importante tener presente que las redes sociales dejan huella, que alguien podría utilizarlas para hacernos daño al quedar desprotegidos nuestros datos personales e intimidades.

Para concluir, lo expuesto en este artículo debe llevarnos a reflexionar, para tomar conciencia de la importancia de desarrollar un sabio criterio para utilizar las redes sociales, procurando conservar lo íntimo en una esfera que haga honor a la palabra intimidad. 

Miguel A. Terán

Este artículo fue escrito por el autor sin uso ni apoyo de Inteligencia Artificial (IA)