Artículo publicado en Los Tiempos Newspaper – Miami, FL. Marzo-Abril 2025
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La crianza de nuestros
hijos es un proceso que se desarrolla durante casi un par de décadas, en las
cuales nuestro reto como padres no es solo criar infantes, niños y
adolescentes, sino «Crear los hombres y mujeres del mañana», esos individuos
que necesitará el futuro y que podrán hacerse responsables de sus propios
caminos.
Durante cada una de esas etapas de desarrollo de nuestros hijos, la práctica del “amor incondicional”, por parte de los padres, no es una estrategia adecuada de crianza; porque ello, significa una crianza sin sanos límites, restricciones ni condiciones.
Entonces, en realidad
no se trata solo transitar esas décadas en un rol de proveedores, cubriendo sus
necesidades básicas de vivienda, alimento y vestido. La crianza de nuestros hijos
requiere mucho más, para cubrir las necesidades complejas, que les exigirá el
transitar por la vida, tales como la formación en valores, el adecuado manejo
de sus emociones, su independencia, la toma de decisiones y acciones, su
capacidad para afrontar cambios y retos, su resiliencia, y otras más. Con ello,
estaremos preparando individuos que transitarán por la vida siendo felices y dejando
buena huella.
Es un hecho, que cada
día nos brinda oportunidades para enseñar a nuestros hijos, más que todo con
nuestro ejemplo, el cual debemos cuidar, para que les sea de utilidad.
Por el contrario, nuestra
rápida respuesta al cumplimiento de sus caprichos y deseos irá construyendo
individuos con ilimitados deseos, impacientes, que requieren de frecuente
estimulación, de aburrimiento rápido y con escasa -o ninguna- capacidad de
frustración. El resultado final son hijos inseguros, de poco compromiso, incapaces
de tomar adecuadas decisiones y que no asumen las consecuencias de sus actos; y
parecería contradictorio, porque con todo ese trato de reyes que reciben de
nuestra parte, su autoestima es muy baja.
Los padres deben pautar con palabras, ejemplo y firmeza los límites a sus hijos, porque de ello dependerán los límites de los adultos del mañana. “Todo tiene sus límites”, decía Quinto Horacio el famoso poeta de la Antigua Roma.
Definir límites es
vital para nuestra adecuada gestión en la función de padres. Enseñar
tempranamente los límites hará más fácil el camino, tanto para ellos como para nosotros.
Es importante tener presente, que el amor que sentimos por nuestros hijos no
debe escapar de nuestra conciencia de los sanos y equilibrados límites, en
todos los aspectos. No hacerlo nos llevará con el tiempo a sentirnos
responsables y hasta culpables por sus errores y desaciertos, lo cual será una
pesada carga que justificará seguir apoyándolos sin límites.
Ese individuo que
estamos construyendo, podemos ir “moldeándolo” de manera acertada o equivocada,
reforzando sus buenas conductas o perdonando o aplaudiendo conductas
erróneas. Lo cierto es que las conductas
erróneas que estimulamos, aplaudimos o aquellas que cuando ocurren “volteamos
nuestra mirada hacia el otro lado”, van pavimentando un futuro de baches, no
muy prometedor para ellos.
Los padres de hoy han
llegado a alabar patológicamente a sus hijos, hasta el punto de minimizar sus
errores y defectos, mientras se maximiza cualquier ligera “virtud”,
convenciéndose de tener hijos “perfectos”; por lo cual, parece que no es
necesario corregirlos. Consideraremos que sus errores serán siempre culpa de
algo o de alguien, nunca de ellos.
En algún momento, apenas
en unas décadas, la crianza de los hijos dio un aparatoso vuelco, y los padres
comenzaron a asumir muchas actividades y tareas que les pertenece o son
responsabilidad de sus hijos. A diferencia del pasado, los padres de hoy día se
involucran –tal vez- demasiado en la vida de sus hijos, especialmente en los ya
adultos.
Todo este equivocado
estilo de crianza ha contribuido a que los hijos retrasen indefinidamente -y
patológicamente- su paso a la etapa adulta e independiente, con los padres
girando alrededor de ellos y aún resolviéndoles todo o casi todo, mientras
ellos permanecen sin límite de tiempo en la casa y/o “bajo las alas” de sus
progenitores, donde la comodidad de tenerlo todo y las escasas exigencias
motivan esta permanencia extrema, que retrasa todo su proceso de maduración
como adultos.
Salir de casa
representa muchos retos y toma vigencia la vieja frase “Vive de tus padres
hasta que puedas vivir de tus hijos”. No obstante, los padres debemos tener
presente que los hijos son como los barcos, no fueron hechos para permanecer en
el puerto.
El amor y la lógica, del
razonable equilibrio, con el cual fueron criadas las generaciones anteriores,
fueron sustituidos por excesos de libertad y de límites, exceso de amor y
escasa lógica, que ha llegado al extremo de evitar que a éstos les afecte las
consecuencias de sus propias decisiones y acciones.
La adversidad, los
contratiempos, los infortunios y otros elementos limitantes son parte de la
dinámica de vida, y requeriremos manejarlos adecuadamente para aprender de
ellos y poder vivir en armonía y equilibrio. Al querer dar a los hijos una vida
sin obstáculos, criándoles en una burbuja, estaremos truncando su desarrollo, porque
le cortaremos vivencias y experiencias necesarias para aprender y desarrollar
los conocimientos, habilidades, fortalezas y el carácter que más adelante
requerirán para crecer e independizarse.
Una adecuada mezcla
entre lógica y amor en la crianza constituye una efectiva fórmula, para
preparar a nuestros hijos para el mañana, logrando que sean felices y vivan en paz,
mientras contribuyen y aportan a un mejor mañana. Una sana fórmula de crianza
es “No hacer por ellos, a ninguna edad, lo que ellos pueden y deben hacer
por sí mismos”.
Es vital tener
presente que en la medida que pase el tiempo, y nuestro pequeño sea cada vez
más grande, será más difícil y complicado establecerle límites a sus decisiones,
deseos y conductas.
Este artículo fue escrito por el autor sin uso ni apoyo de Inteligencia
Artificial (IA)
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