lunes, 12 de septiembre de 2016

¿Qué tiene de valor el regalo que damos o recibimos? Miguel A. Terán

¿Qué tiene de valor el regalo que damos o recibimos?
Miguel A. Terán


Para contestar esta pregunta es necesario respondernos primero ¿A que damos valor?, porque dependiendo de lo que valoremos, percibimos e interpretamos cualquier regalo. El concepto de valor explicado en su versión más simple, es todo aquello que de una u otra manera nos lleva a desear y apreciar algo. Entonces, tenemos la posibilidad de valorar desde lo más material hasta lo más espiritual y sublime.
Es un hecho, que puede haber mucho de cultura, superficialidad y subjetividad en lo que valoramos; cada vez más, porque ahora los valores se imponen desde fuera del contexto familiar o social cercano. La llamada globalización no solo es un proceso económico, tecnológico y político sino también cultural, que ha abierto fronteras de comunicación e interdependencia, uniendo y mezclando economías, culturas y sociedades distintas.  
Parece válido considerar que las prioridades de los individuos están relacionadas con sus respectivos  valores. Cuando asumimos valores que no son propios, que son resultado de la presión cultural, cambiamos o desvirtuamos nuestras prioridades originales y nos encontramos buscando satisfacción a deseos, mientras olvidamos llenar nuestras reales necesidades. En otras palabras, la nevera puede estar vacía, pero tenemos un buen carro o ropa de marca.
Además, otro aspecto complejo, es que lo que valoramos cambia con el tiempo; por ello, a algo a lo cual  damos valor hoy, tal vez mañana no lo valoremos o viceversa. Reforzando lo expresado líneas atrás, debemos reconocer que hoy día la sociedad de consumo y su estrategia de mercadeo, ha pautado valores, tales como dinero, belleza, desarrollo profesional, status, poder y otros como caminos hacia la felicidad. 
Volviendo al tema del regalo, entonces, podemos valorar aspectos tales como el costo estimado o real, el tamaño, la marca y hasta el envoltorio. Inclusive, como la recepción de un regalo tiene componentes de expectativas, podemos otorgarle valor dependiendo de quien venga, más allá del regalo en sí. En otras palabras, la pureza y sinceridad en agradecer es distorsionada, desvirtuada o tergiversada por las expectativas. 
De manera tal que un regalo puede tener valor aparente o real, ambos o ninguno de los dos. En un programa del comediante y actor estadounidense William Henry "Bill" Cosby, éste mostraba un closet lleno de regalos recibidos por él -durante años- y comentaba, en son de burla e ironía, que nunca los utilizó porque no eran de su interés. 
Entonces, podríamos atrevernos o arriesgarnos a clasificar los regalos como útiles e inútiles. Recuerdo alguien que mencionó haciendo referencia a un país latino-americano, durante una época de crisis económica, en la cual se puso de moda la expresión: “Está bueno para pasarlo”, cuando se recibía un regalo que no gustaba ni le servía a quien lo recibió, pero se regalaría a otra persona en otra ocasión.

Existe aquel individuo que regala algo de su propio gusto, sin considerar el gusto de quien lo recibirá. El escritor Miguel de Unamuno decía “No des a nadie lo que te pida, sino lo que entiendas que necesita; y soporta luego la ingratitud”. 
¿Puede un regalo hacernos felices? ¿Permanente o temporalmente? Parece que la mayor parte de los regalos son efímeros, pasajeros de corta duración, representan el disfrute del momento, para quien lo compra y para quien lo recibe. En estos tiempos, algunos  niños pueden recibir en apenas un solo cumpleaños similar cantidad de  regalos, a los que cualquiera de nosotros en épocas pasadas, recibimos durante todos los años de nuestra infancia y adolescencia. Entre tantos regalos, el umbral de satisfacción sube y ya nunca parecen suficientes. 
Los padres quedan impresionados al darse cuenta, que en apenas un rato,  todos los recientes juguetes están tirados,  y el niño está jugando con una cajita donde venía uno de los regalos, paradójico el mensaje. 
En resumen, la gratitud es apreciar y valorar lo que recibimos o recibiremos, sin calificarlo, juzgarlo ni cuantificarlo. Es el hecho, el gesto  o la acción en sí misma, no el contenido o valor de lo recibido. En el momento que  pretendemos calificar o valorar lo recibido nos arriesgamos a no agradecer y perder el disfrute y felicidad del momento.

Septiembre 12, 2016.

Miguel A. Terán
Psicólogo, Coach, Orador y Escritor.
Web Page: www.lidervoice.com
Twitter: @MiguelATeranO
Nota: imagen extraída de la web
Referencias: Tomadas de Wikipedia + RAE (Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española).


No hay comentarios:

Publicar un comentario