Nos preocupamos mucho por nuestro reflejo hacia
afuera, pero muy poco por la calidad nuestra luz interior.
Miguel A. Terán
Es importante tener presente que vivimos afuera,
pero en realidad habitamos adentro. El “adentro” es lo que somos, el «afuera”
es lo que reflejamos. En muchos individuos no existe correspondencia entre el
«afuera» y el «adentro»; en otras palabras, parecen pero no son, aunque muchos
de éstos están convencidos de su “autenticidad”.
Ese vivir enfocado hacia afuera nos impide ser y
hacer lo que realmente quisiéramos ser y hacer, porque estamos más preocupados
por satisfacer a quienes nos rodean o a los convencionalismos de la sociedad,
que a nosotros mismos.
Sin lugar a duda, existen muchas distorsiones que
nos afectan o confunden y que son resultado de las creencias y paradigmas de la
sociedad en la cual vivimos. En esa condición las decisiones no nos pertenecen,
porque hemos perdido nuestra libertad interior, dejando de ser dueños de
nosotros mismos. Sin darnos cuenta, somos cada vez menos individuos y más parte
de un rebaño. El poeta italiano Arturo Graf, fue contundente al decir:
“Si no tienes la libertad interior, ¿qué otra libertad esperas poder tener?”.
Perdemos la capacidad de criticarnos y nos
disfrazamos para esconder nuestras fallas, en vez de corregirnos, hasta que nos
adueñamos del disfraz o el disfraz se adueña de nosotros. Nos llenamos de
inseguridades y miedos, perdemos los límites para nuestros deseos ante esas inseguridades
y miedos, nos conformamos con menos de lo que podemos alcanzar. “Que tus
decisiones sean un reflejo de tu esperanza no de tus miedos”, decía
Nelson Mandela, el político sudafricano y Premio Nobel de la Paz.
Necesitamos mirar más hacia adentro, no solo hacia
afuera. Al estar enfocados hacia lo externo es fácil hacernos víctimas
del pasado, solo criticando lo que hicimos o dejamos de hacer; pero
también nos atrapan las angustias del futuro, lo que “debemos hacer” con todas
sus incertidumbres. La atención a nuestro interior, por el contrario, nos
enfoca en el presente. Expresaba San Agustín: “No vayas fuera, vuelve a ti
mismo, porque en tú interior habita la verdad”.
El reflejo externo también nos llena de apegos,
por ello, el valor lo referimos a lo que hacemos o tenemos, pero nos cuesta
valorar lo que somos. Como refirió el escritor irlandés Oscar Wilde “Hoy día la
gente conoce el precio de todo y el valor de nada”. Igualmente, nos cuesta
comprender que las satisfacciones internas son duraderas, mientras que las
recompensas externas son efímeras, se evaporan rápidamente. “No vemos jamás las
cosas tal cual son, las vemos tal cual somos”, reconocía Anaïs Nin, la
escritora estadounidense.
Y finalmente, podemos reconocer que el reflejo del
ego es traicionero, porque nos lleva a brillar con una luz que no es propia.
21 de
Marzo de 2016.
Miguel A.
Terán
Psicología, filosofía y coaching.
Blog: www. miguelterancoach.blogspot.com
Twitter:
@MiguelATeranO
Nota:
imagen extraída de la web
Referencias:
Tomadas de Wikipedia + RAE (Diccionario de la Real Academia de la Lengua
Española.
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