miércoles, 14 de octubre de 2015

Podemos tapar el sol con un dedo, pero eso no significa que dejó de brillar. Miguel A. Terán

Podemos tapar el sol con un dedo, pero eso no significa que dejó de brillar.
Miguel A. Terán

En estos tiempos de urgencias, brincos y carreras todo gira alrededor del corto plazo, en resolver algo lo antes posible, sin considerar que en ese exceso de corto plazo extraviamos la perspectiva del resultado o la solución a largo plazo. A las importancias las destruyen las urgencias y las urgencias dejan mal parado al futuro. Lo que hacemos todos los días es nuestra prioridad, aunque no lo sepamos.
Pasamos los días pensando, decidiendo y actuando para resolver, sin considerar como conduciremos el tema de allí en adelante, porque es un hecho que resolver algo puntual, temporal o de manera parcial, no necesariamente significa resolverlo ni manejarlo de manera definitiva en el tiempo.

La mayor parte de las veces esas famosas soluciones temporales están dirigidas, como he comentado en escritos anteriores,  a resolver los síntomas del problema, pero de ninguna manera han considerado las diferentes variables involucradas, ni la interacción de éstas ni mucho menos las necesidades que han generado el problema.  Pretendemos encontrar soluciones unidimensionales, en procesos multidimensionales. Ello es imposible porque deben considerarse las diferentes variables involucradas, su interacción y su evolución.
Nos convencemos que una vez superemos lo que consideramos el problema, ocurrirá que el entorno, las circunstancias y las relaciones volverán a la normalidad. Así lo planteamos desde temas personales, de salud, de pareja, familiares, laborales y sociales. Suponemos que todo volverá a su punto original, pero lo cierto es, que nada más alejado de la realidad. En muchos casos, el daño ha hecho metástasis en muchos componentes del sistema y sus efectos son residuales.
Es necesario reconocer que cambios profundos en el entorno, las circunstancias y las relaciones que vivimos, exigirán cambios adaptativos de nuestra parte, como única manera de superar el problema o cuando menos para sobrevivir. Luego de ocurridos esos procesos, considerar que no hemos cambiando y que volveremos a ser los mismos,  no es ni siquiera una mentira, es una demostración de ignorancia de la naturaleza humana. Muchos cambios se consolidan, para bien o para mal, convirtiéndose en epidémicos y cambiando el perfil de individuos y la dinámica de las relaciones entre éstos.
Entender que muchos de esos cambios pueden ser irreversibles, una vez superada la situación de crisis, dependiendo de sus características, su profundidad y su duración, éstos pasarán a ser parte de nuestro ADN personal y colectivo.  Es imposible pensar en cambios culturales y suponer que los miembros de una comunidad sean impermeables a dichos cambios.
No es factible simplificar al extremo de decretar  un “Borrón y cuenta nueva”. La universalidad de nuestra verdad nos lleva por la vida y el mundo viendo todo a nuestra manera, pero el sol sigue brillando aunque lo tapemos con el dedo.  Plantear  consideraciones realistas acerca de la evolución del cambio, su impacto y consecuencias a largo plazo, en individuos y sociedades, pueden ser consideradas herejías por voces y pensamientos conservadores y radicales.
Algunas veces nos movemos en un círculo de individuos que comparten nuestros propios mapas y paradigmas, y en ese hábitat nos sentimos seguros  al oír solo lo que queremos escuchar. Nos hacemos preguntas sesgadas o incompletas, hasta los límites de nuestros propios paradigmas y prejuicios, para respondernos de igual manera.  Pero la verdad transita por otros caminos.


14 de Octubre de 2015.

Miguel A. Terán
Psicología, filosofía y coaching.

Twitter: @MiguelATeranO
Nota: imagen extraída de la web
Referencias: Tomadas de Wikipedia + RAE (Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española.

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