jueves, 28 de octubre de 2021

La amistad es una escogencia vital en todas y cada una de nuestras etapas de vida. Miguel A. Terán


Se reconoce que la amistad es uno de los ingredientes más importante en la receta de la vida, luego de la pareja y la familia, posiblemente continúe en esa lista la amistad.  Definitivamente, tener amigos es muy importante, al fin y al cabo somos seres sociales. Pero  escoger buenos amigos es  todo un reto. 
Siempre hemos escuchado que conocidos hay muchos, pero amigos hay pocos. Refería Ed Cunningham, el periodista y ex jugador de fútbol profesional americano que “Amigos son aquellos extraños seres que nos preguntan cómo estamos y esperan hasta escuchar nuestra respuesta”. En otras palabras, aquellos a quienes les interesamos de verdad. 
Desde el otro ángulo, el escritor italiano  Carlo Dossi, afirmaba que falsos amigos son aquellos como la sombra “Que nos sigue mientras dura el sol”. La amistad no escapa de algunas o muchas emociones tóxicas, entre ellas la envidia, el apego, los miedos, las culpas, los celos y más. 
Puede darse en diferentes momentos de nuestra vida, pero en tempranas etapas, cuando nuestra personalidad no es lo suficientemente firme, los amigos pueden ser y harán una diferencia significativa en nuestra vida, para bien o para mal. En los adolescentes, especialmente, los amigos constituyen –en opinión de ellos- el mejor punto de referencia, ya que pueden compartir ese recorrido por similares cambios físicos y psicológicos. 
Los amigos proveen equilibrio al intercambiar entre ellos muestras de amor, solidaridad, estima, apoyo emocional, experiencias, valores, y mucho más; pero también transmiten angustias y desequilibrios cuando intercambian o, en algunos casos, descargan inquietudes, problemas, temores y más. 
Los adolescentes pretenden definir y tomar su espacio, y allí es cuando las amistades juegan un rol importante.  Los amigos representarán una gran influencia, buena o mala. En el pasado esa influencia estaba relativamente bajo control de los padres, ya que las amistades provenían del círculo cercano, principalmente del barrio o el lugar donde se vivía, eran amigos de crianza y vecindario, y luego algunos pocos de la escuela. Se compartían similares valores y estilos de vida. 
Hoy día, en muchos lugares, por diversas razones, la amistad de la comunidad o del entorno físicamente cercano, ya no existe. En innumerables ciudades, especialmente las más grandes, ya no es común ver niños y jóvenes jugando en la calle, intercambio del cual nacían bonitas y puras amistades. Ahora aparece la amistad virtual y nuestros hijos comienzan a tener amigos de quienes tenemos poca o ninguna referencia.
Relaciones de dependencia pueden convertirse en una patológica realidad, más hoy día con toda la tecnología los jóvenes podrían estar conectados 24/7, si los padres no establecen ciertas normas o pautas para regularlos. Personalmente, considero que ninguna amistad puede ser sana en una relación donde se pierden los tiempos y espacios individuales, porque pasan a ser colectivos o grupales. La ausencia de padres, dedicados solo a un rol de proveedores, deja mayores oportunidades y espacios para que las amistades jueguen un rol preponderante en la formación de los jóvenes  y adultos del mañana. 
Pero no solo los jóvenes pueden ser trastornados por algunas amistades, también son variadas las historias de personas adultas a quienes alguna nueva relación de amistad individual o grupal le “aporto” la energía o la “locura” necesaria para realizar radicales cambios de vida. En estas historias adultas también existen las dos versiones de resultados, para bien o para mal.
El famoso médico, científico y humanista español Santiago Ramón y Cajal recomendaba “Apártate progresivamente, sin rupturas violentas, del amigo para quien representas un medio en vez de ser un fin”. No vale la pena conservar amistades en la vida real como las conservamos en la virtualidad, porque la amistad en lo real es otra cosa, es presencia y contacto. “Es amigo mío aquel que me socorre, no el que me compadece”, expresaba el clérigo y escritor británico Thomas Fuller. 
“Me gustan los amigos que tienen pensamientos independientes, porque suelen hacerte ver los problemas desde todos los ángulos”, decía el líder y político sudafricano Nelson Mandela. Es cierto que una amistad no es para adoctrinar, sino para apoyarse, desarrollarse  y crecer. No hace falta acompañarse de “amigos” que solo sean nuestro eco. Es válido tener amigos que nos cuestionen y enfrenten de vez en cuando, porque ello, puede llevarnos a reflexionar acerca de la necesidad de cambiar o hacer ajustes en nuestra ruta de vida.  
Es válido reconocer que de alguna o muchas manera nuestros amigos influyen sobre nosotros, pero debemos conservar nuestra propia identidad, para mantener vigentes nuestros propios sueños y retos. Ellos serán parte de nuestro camino y nosotros seremos parte del de ellos, pero cada quien tendrá su camino propio. Escojamos bien a nuestros compañeros de trayecto para que la amistad sea de beneficio mutuo, porque nosotros también deberiamos ser una buena oportunidad de amistad para otros. 


Miguel A. Terán
Psicología, filosofía y coaching.

Web: www.lidervoice.com
Twitter: @MiguelATeranO
Nota: imagen extraída de la web
Referencias: Tomadas de Wikipedia + RAE (Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española.


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