¿Por qué seguimos sin perdonar?
Miguel A. Terán
Es importante tener presente que las decisiones y
acciones que tomamos en nuestra vida están relacionadas con nuestras creencias,
perspectivas, paradigmas y puntos de vista, pero también se corresponden con el
momento y lugar en que las tomamos.
En otras palabras, debemos considerar particulares
eventos o circunstancias del momento y del lugar como promotores o estímulos
para esas decisiones y acciones. Sería válido hacer el ejercicio de pensar si
desde nuestra actual perspectiva de vida, en similares condiciones decidiríamos
igual. Con seguridad algunas cuantas decisiones del pasado no las hubiéramos
tomado, basados en nuestra actual experiencia y madurez. Hoy día similar mezcla
de pensamiento y circunstancias provocaría otro o ningún efecto.
Por ello ocurre, que con el transcurrir del tiempo
llegamos a arrepentirnos de muchas decisiones, pero algunas veces no queda otra
opción que cargar con ellas, o mejor dicho con sus consecuencias. Luce
paradójico, que muchas decisiones importantes en nuestra vida las tomamos a
temprana edad, pero sus resultados o consecuencias –positivas o negativas- nos
acompañan por muchos años y algunas veces por siempre, para bien o para mal.
Ahora bien, ratificando, es un hecho que buena
parte de nuestras decisiones y acciones las tomamos basados en nuestra forma de
entender procesos o circunstancias, en un momento en particular. Entonces,
pasados los años, debemos cuestionarnos las razones por la cuales seguimos
rumiando, torturándonos o azotándonos con esos recuerdos, llenos de
pasado, circunstancias y creencias de aquel momento. Por qué no
comprender que en aquel momento se conjugaron muchos factores para que
ocurriera lo que ocurrió, porque no cerrar el capítulo y aceptar que eso ya
pasó, por qué no avanzar a otra etapa de vida.
De ninguna manera se trata de considerar, que
hechos fuera de la ley sean olvidados de la misma manera que otros temas
propios de la simple interacción humana y social. A la ley le corresponde
juzgar y decidir por aquellos hechos de considerable dimensión.
La parte dolorosa y dañina de estos eventos del
pasado es cuando dejan profunda huella y nos quedamos atrapados en la
situación, convirtiéndonos en eternas y sufridas víctimas de algo que ya
pasó. Al no aceptar que debemos olvidar, el resentimiento y la amargura,
pasan a ser nuestros compañeros de vida, con todas las consecuencias que esa
actitud conlleva. Se dice que perdonamos solo cuando recordamos sin
dolor.
Todo tiene sus circunstancias y momentos, y sin
pretender disculpar a nadie, parece razonablemente lógico preguntarnos
cuánto fue nuestra contribución a la decisión o acción de la otra persona, o a
qué ocurriera lo que ocurrió, en qué fallamos. Estas preguntas nos
permitirán reflexionar y aprender de la experiencia, para evitar
repetir eventos similares en el futuro. Además, tal vez, ya es hora de cerrar
ese capítulo y dejar espacio para más sanas y nutritivas emociones.
El saludable equilibrio de vida no será posible
mientras arrastremos resentimientos y amarguras, que debieron haber quedado
sepultadas en el pasado, pero que continúan vigentes. Tengamos siempre presente
las palabras del sabio Buda, quien dijo “El dolor es inevitable pero el
sufrimiento es opcional”. “No dejes que se muera el sol sin que hayan muerto
tus rencores”, recomendaba el pensador hindú Mahatma Gandhi. Pero sobre todo,
aprendamos a perdonarnos a nosotros mismos, como condición indispensable para
perdonar a otros, aceptando que todos somos seres humanos.
23 de Septiembre 2015.
Miguel A. Terán
Psicología, filosofía y coaching.
Blog: www. miguelterancoach.blogspot.com
Twitter: @MiguelATeranO
Nota: imagen extraída de la web
Referencias: Tomadas de Wikipedia + RAE
(Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española
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