Las adversidades y dificultades deben contribuir a
transformarnos en individuos sensibles y agradecidos.
Miguel A. Terán
Son muchas las oportunidades en que vivimos
experiencias –que podríamos definir como – difíciles; pero algunas veces,
apenas breve tiempo después las repetimos, cumpliendo la vieja frase:
"La vida es tan buena maestra, que sino aprendes una lección te la
repite". Volvemos a vivirlas, tantas veces como las necesitemos, mientras
nos falte algo por aprender.
Ocurre con frecuencia que, al atravesar
adversidades y dificultades, prometemos o auto-prometemos cambios, en nuestra
forma de pensar, decidir, actuar y ser, pero una vez las superamos nos
olvidamos de la experiencia y las promesas, entre estas últimas estaban algunos
agradecimientos que quedaron pendientes u olvidados.
Una estrofa de la canción Maestra Vida,
interpretada por el cantautor panameño Rubén Blades, expresa una gran verdad,
cuando dice: “Y en Dios me acuerdo primero solo en trance de morirme o a veces
cuando estoy triste, más nunca si estoy contento. No dura agradecimiento
para aquel que nos da la mano, tan pronto nos sale el clavo se olvida
todo el sufrimiento”.
La compasión, solidaridad, humanidad, respeto y
ternura son expresiones de la sensibilidad, pero requerimos “ponernos”
literalmente en el lugar del otro, ser empáticos, para comprender a esa otra
persona desde su perspectiva, puntos de vista y expectativas, no simplemente
para sentir lástima o ser caritativo con ella.
El político, orador y religioso francés Henri
Lacordaire expresó que “La adversidad descubre al alma luces que la prosperidad
no llega a percibir”. Parece que aprendemos más de los momentos y épocas
difíciles, que de las buenas épocas, a pesar que algunas veces la vida debe
repetirnos la lección.
“Quien sabe de dolor, todo lo sabe”, decía el
escritor y filósofo italiano Dante Alighieri. ¡Bienvenido sea el dolor si es
causa de arrepentimiento!, expresaba el filósofo alemán Friedrich Hegel.
Mientras el historiador italiano Cesare Cantù consideraba que “El dolor tiene
un gran poder educativo; nos hace mejores, más misericordiosos, nos vuelve
hacia nosotros mismos”. Lo expresado por Alighieri, Hegel y Cantù, coincide en
que aprendemos de las experiencias difíciles, pero también el efecto de ese
aprendizaje –muchas veces- se diluye con el tiempo.
Sin embargo, en una perspectiva distinta, afirmaba
San Gregorio, teólogo de la Iglesia Griega “No hay adversidad que pueda
derribar a aquel que la prosperidad no ha logrado engañar”. En otras palabras,
si la prosperidad no logro hacernos sus víctimas, superaremos cualquier
adversidad. “Una mirada hacia atrás vale más que una hacia adelante”, expresaba
Arquímedes, el famoso físico, ingeniero, inventor, astrónomo y matemático
griego. La
razón para esa mirada hacia atrás, quizá la explicaba el filósofo holandés
Baruch Benedict Spinoza, diciendo: “Si no quieres repetir el pasado, estúdialo”.
Es difícil enseñar a alguien a sentir, porque
sentir proviene del interior de cada uno de nosotros, por tanto es nuestro reto
aprender a sentir. La sensibilidad da sus primeros pasos en el hogar, allí
debemos aprender a respetar otros pronombres, distintos a la primera persona
del singular “Yo” y, en los posesivos, otros distintos a “Mío”. Las
dificultades que nos presenta la vida son valiosas oportunidades para
sensibilizar nuestra mente, corazón y espíritu, abriendo espacios para
nutrirnos y convertirnos en mejores seres humanos.
Agosto 26, 2015.
Miguel A. Terán
Psicología, filosofía y coaching.
Blog: www. miguelterancoach.blogspot.com
Twitter: @MiguelATeranO
Nota: imagen extraída de la web
Referencias: Tomadas de Wikipedia + RAE
(Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española).
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