domingo, 9 de agosto de 2015

Emigrar o no emigrar, he ahí el dilema. Miguel A. Terán

Emigrar o no emigrar, he ahí el dilema.
Miguel A. Terán


En un mundo cambiante, globalizado y cada vez más desequilibrado, emigrar es un verbo que se conjuga cada día con más frecuencia, desde la primera persona del singular: “yo” hasta la última persona del plural: “ellos”.  Para comenzar a tratar este tema, parece oportuno mencionar que los movimientos migratorios han sido parte de la  historia de la humanidad, motivados principalmente por causas económicas y sociales, además de políticas, religiosas y sus variantes, que han generado desequilibrios y crisis en países y sociedades, obligando, motivando o presionando a las personas a emigrar en busca de otras alternativas, perspectivas y oportunidades de vida. 
También a la misma naturaleza  no le es extraña la migración periódica de especies animales,  de un hábitat a otro por diversas razones, entre ellas, la búsqueda de mejores opciones climáticas, de alternativas y fuentes de alimentación, reproducción o para huir de sus depredadores, entre ellos del mismo hombre quien es el principal depredador. 
En los seres humanos, podríamos afirmar que buena parte de las veces, muchos de los adultos que emigran, han sido cuando menos coautores de esos desequilibrios y  crisis, a través de sus silencios ignorantes o cómplices, y otros hasta  coprotagonistas, en la generación de las  causas que hoy les presionan –a ellos mismos y a los suyos- para enfrentar la difícil decisión de emigrar, de profundo impacto personal, familiar y social. 
La emigración es una opción considerada por muchos individuos, no solo desde lugares empobrecidos económica y socialmente, porque también se emigra desde los países desarrollados hacia otros países no tan desarrollados, por razones de impuestos, de costo de vida, buscando alternativas para rendir  los escasos pagos por jubilación que, a muchos adultos mayores,  no les alcanza para conservar un “aceptable” nivel de vida es sus países,  y por muchas otras razones. 
Llegado ese momento, cuando consideramos la opción de emigrar, cabe preguntarnos,  ¿Qué es mejor para nosotros y los nuestros?, y parafraseando a William Shakespeare, podríamos decir:  “Emigrar o no emigrar, he ahí nuestro dilema”. Las opciones a considerar serian seguir viviendo y luchando en nuestra tierra o tomar rumbo para ir a luchar en otros horizontes. Es importante, tener presente que en ambos lados se lucha, tal vez de formas y maneras distintas, pero lucha al fin.   
Una decisión de este tipo nunca es fácil, porque es casi un intento de pronosticar o adivinar el futuro, y con la complejidad de considerar diferentes elementos, perspectivas y múltiples variables, para concluir en una decisión con la cual tratamos de acertar en qué lugar nos irá mejor con el paso del tiempo. En cualquiera de sus dos vertientes apostamos a tener oportunidades en un lugar o en el otro, claro está, más en uno que en otro y es hacia allí donde debería inclinarse la mayor probabilidad de decidir. 
Como todo en la vida, las decisiones tienen su lado positivo y su lado negativo, siempre ganamos algo y perdemos otro algo; la decisión final estará relacionada con nuestras prioridades, expectativas y la valoración que otorgamos a éstas, detrás de las cuales aparecen nuestras creencias, paradigmas y muchas cosas más, por lo cual cada caso es absolutamente particular. 
Para emigrar, así como en muchas otras decisiones que tomamos en nuestra vida, deben confluir básicamente dos tipos de factores. Aquellos que nos empujan o motivan a tomar la decisión, los que afectan nuestra vida actual, y que tal vez, no le vemos respuesta o salida a corto plazo, consideramos que están emporando  o no sentimos la solución en nuestras manos y –por tanto- necesitamos o deseamos cambiarlos. Por otro lado, están los factores que nos halan, que pueden ser una persona, lugar, cosa o condición, que ofrecen -de alguna- manera solución a nuestra necesidad o deseo. Cuando ambos factores se conjugan, parece surgir la perfecta combinación.
En el caso de emigrar, la versión casi perfecta sería: “Quiero salir de aquí y tengo una oportunidad allá”. Cuando es solo uno de los factores, la decisión se complica, porque podría significar la probabilidad de arriesgar y perder: “Quiero salir de aquí, pero no veo oportunidades allá” o “Veo oportunidades allá, pero no quiero salir de aquí”.  
Al momento de evaluar y considerar lo que nos empuja a salir y lo que nos hala desde otro lugar, siempre existe el riesgo de equivocarnos al subvaluar y sobrevaluar, tanto lo que nos empuja a salir como lo que nos hala, desde otro lugar. Allí nos arriesgamos a comprender que “Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde”, “No todo lo que brilla es oro” o “Las oportunidades no llegan todos los días”, viejos refranes que muchos considerarán en su momento o comprenderán al considerar tomar alguna decisión.  
Al emigrar dejamos de pisar terreno conocido para adentrarnos en otros caminos. Muchas de nuestras experiencias, conocimientos y hábitos no son aplicables en esas nuevas tierras; por tanto, debemos abrir nuestra mente a nuevas experiencias y aprendizajes y, quizá lo más difícil, a desaprender aquello -que ahora- representa una carga inútil. En este proceso de aprendizaje será necesario tener siempre presente nuestras raíces y conservar nuestros valores, para no perder el verdadero rumbo. El empresario, escritor y orador motivacional estadounidense Jim Rohn, afirmaba que “El mayor valor en la vida no es lo que se obtiene, el mayor valor en la vida es en lo que te conviertes durante el proceso de conseguir lo que obtuviste”.
Sin embargo, vale la pena tener presente que este proceso como la mayoría de decisiones de vida, debemos tomarlo –en lo posible- dejando las emociones a un lado o cuando menos evitando que éstas dirijan nuestra decisión, ya que –si bien debemos escucharlas- no siempre son buenas consejeras. Aunque tampoco es sano ni recomendable tomar decisiones definitivas basadas en un tema o caso puntual. Analizar y evaluar concienzudamente los diferentes factores desde variados ángulos será parte importante para una racional decisión. 
Aunque en las decisiones la escogencia a tiempo del momento para ejecutarlas, también juega un importante rol en el éxito, al evitar la “parálisis por análisis”. En el idioma inglés existe una expresión “Timing is everything”  (Que realmente significa: el momento o el “a tiempo” lo es todo), en otras palabras es importante tener buen criterio y sentido al escoger el tiempo y momento apropiado para decidir. 
Como podemos ir notando, el tema de emigrar es complejo, tanto así que en una misma familia, de potenciales emigrantes, cada uno tiene sus particulares razones para emigrar o quedarse. Cada quien considera y siente riesgos, ganancias, perdidas, logros y sacrificios, desde su propia perspectiva, prioridades y expectativas.  Algunas veces esa falta de alineación familiar, puede ser causa para que la decisión se convierta en una riesgosa aventura para la estabilidad familiar, cuando no todos reman hacia un mismo lugar y, condenamos al fracaso la experiencia de emigrar, con posibles daños a la estructura y relación familiar.  
Parte de los puntos de vista tratados en conversaciones, discusiones, foros o artículos sobre emigración, obedecen a que cada quien tiene sus particulares circunstancias para escoger y tomar alguna de las dos posibles alternativas de decisión. Y cada quien considera,  que su posición o punto de vista representa la opción racional y correcta.   
Inclusive, hay quienes se han atrevido a intentar conseguir un punto medio, poniendo un pie en cada costa, en un acto de difícil equilibrio e imposible de sostener en el tiempo y, que también puede producir daños irreparables a parejas y familias, además de incrementar la probabilidad de fracaso del proceso de emigrar. Para quienes consideran ese punto medio como una opción, el escritor francés y Premio Nobel de Literatura André Gide, afirmaba –algunos años atrás- que "Nadie descubre nuevas tierras sino está dispuesto a perder de vista la costa por mucho tiempo".  
Una vez decididos por alguna de las opciones y estando de acuerdo los involucrados, es necesario ir adelante con todos los ánimos, fe, compromiso y optimismo. No obstante, siempre será  válido tener opciones de salida, en caso que los resultados no sean los esperados  luego de transcurrido un límite de tiempo razonable, que cada quien lo manejará a su medida y de acuerdo con sus expectativas. Pero esas opciones de salida, debe ser un último recurso, nunca disponible ni visible en lo superficial, para evitar la comodidad de tomarla ante el primer problema, frustración o fracaso. Lo que sí es importante  es hacer de la decisión de salir o permanecer algo firme, porque de lo contrario, estaríamos apostando de alguna manera al fracaso y corremos el riesgo que la profecía de fracasar se cumpla.   
Es usual encontrar personas -literalmente- llorando en sus países por no haber emigrado, aunque  tengan o hayan tenido posibilidad de hacerlo; otros por el contrario, pueden llorar, pero no tenían ninguna posibilidad realista. Desde otro ángulo, también encontramos personas  que emigraron y viven añorando estar en su tierra, a pesar del paso del tiempo. Cualquiera de estas dos opciones, será razonable y sana –por aquello del duelo- solo por corto tiempo.  
Alguien acertadamente decía: “No es más valiente quien se va que quien se queda”, cada lugar tiene sus vicisitudes. Simplemente son –respetables- decisiones de cada quien y cada cual, que dependen de innumerables factores, circunstancias, perspectivas, posibilidades, y mucho más, tal cual hemos venido mencionando. Cada individuo tiene su particular condición y situación. 
No es lo mismo pensar emigrar con 30 años de edad que hacerlo con 70 años; sin pretender apoyar o ir en contra de la edad, simplemente la referencia es a la diferencia. Tampoco es lo mismo emigrar solo que con familia, ni si se tiene un buen nivel socio-económico en el lugar de origen, o si apenas tenemos para vivir o sobrevivir, con escasas opciones de futuro. 
No es lo mismo emigrar expatriado –así se expresa en el argot o terminología organizacional- cuando alguien es enviado a otro país por una empresa con trabajo, sueldo, vivienda, seguro y otros muy buenos beneficios; que emigrar por nuestra cuenta y riesgo. Tampoco es lo mismo emigrar ilegal que legalmente, con documentos y permiso de trabajo. Ni se diga nada acerca de la diferencia de emigrar con y sin recursos económicos, porque parece obvio el panorama.  
Son muchos quienes emigran tratando de ofrecer a sus hijos, en otras tierras, algo que consideran no poder ofrecerles en su tierra de origen. Es un hecho, que muchos emigrantes salen de sus países sintiendo que no tienen nada que perder, porque tampoco tenían nada en ellos. Otros por el contrario, consideran que pierden demasiado, en lo económico, social, profesional,  familiar, y hasta en cosas tan banales como status. En otras palabras, cada quien tiene sus particulares razones, para nada comparables con las de otro. 
Cada caso, por fácil o difícil que parezca, tiene sus particulares características y circunstancias. Pero el resultado de vivir, reflexionar y aprender acerca de la experiencia de emigrar conlleva innumerables beneficios para el desarrollo, cambio y transformación personal. 
Lo que si vale la pena es tratar de cambiar para valorar otras cosas, duro reto para quienes permanecen y para quienes se marchan. Quizá al permanecer reconozcamos aún más el valor de la familia y de los amigos, de nuestra tierra. Para quienes emigran es importante aprender a valorar intangibles, tales como momentos y lugares, comprender mejor las necesidades y diferenciarlas de los deseos, evitando complicar su vida económica y financiera en el nuevo lugar. Requerimos comprender la diferencia entre nivel y calidad de vida, conceptos complementarios en algunos casos, pero diferentes, porque la búsqueda de cierto nivel de vida  hurta importantes espacios y tiempo a nuestra  calidad de vida. 
Es también importante cuestionar nuestras creencias y paradigmas en el momento en que consideramos la opción de emigrar, para poder ver esta opción desde nuevas perspectivas, proyectándola –lo más objetivamente posible- en el corto, mediano y largo plazo, porque es un hecho que viviremos con sus resultados más adelante. Refería Peter F. Drucker, conocido como el Padre de la Gerencia, que “La planificación a largo plazo no es pensar en decisiones futuras, sino en el futuro de las decisiones presentes”. Vale la pena releer esta frase de Drucker para ratificar la importancia de nuestras presentes decisiones. Requerimos alcanzar cambios en nuestro interior, para sentir y actuar de manera diferente; porque de lo contrario, se nos dificultará estabilizarnos en el lugar de origen y en cualquier lugar donde decidamos emigrar. 
Tengamos presente que nuestra felicidad en el lugar donde decidamos asentarnos o ubicarnos para hacer nuestra nueva vida, va a depender de nuestras expectativas iniciales. Existe una brecha entre nuestras posibilidades y expectativas que debemos considerar, para no frustrarnos en el intento. “Ni salimos de un jardín de rosas, porque entonces no habría razón para salir; ni llegamos a un jardín de rosas, y esto lo comprenderemos en poco tiempo”, pero todo dependerá de nuestras expectativas y prioridades de vida. Es necesario hacer una revisión profunda para considerar nuevas y mejores formas de hacer las cosas, en nuestra tierra o en otras tierras, siempre poniendo nuestro mayor y mejor compromiso y esfuerzo, reflexionando, aprendiendo y cambiando como parte de la experiencia de vivir. 
Y para concluir, no es lo mismo hablar, discutir o escribir acerca de emigrar que haber vivido la experiencia como inmigrante. Al respecto afirmaba el sacerdote jesuita y psicoterapeuta Anthony de Mello, que  “Jamás se ha emborrachado nadie a base de comprender intelectualmente la palabra VINO”. Para hablar con propiedad de emigrar, es vital haber emigrado, porque de lo contrario no estaríamos hablando de emigrar, cuando solo conocemos un lado de la película. Haber viajado como turista, por más veces que lo hubiéramos hecho, es otra cosa, para nada comparable. Emigrar conlleva procesos emocionales que no se transmiten ni hablando ni leyendo, porque solo se viven emigrando.
En resumidas cuentas parece que todos tenemos razón, cualquiera que sea la decisión, de manera tal que “Emigrar o no emigrar” es un dilema muy personal, privado e intransferible que debemos respetar.

Agosto 10, 2015.
Miguel A. Terán
Psicología, filosofía y coaching.

Twitter: @MiguelATeranO
Nota: imagen extraída de la web
Referencias: Tomadas de Wikipedia + RAE (Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española).


1 comentario:

  1. Excelente Reflexión Miguel. Cada argumento es para leer, releer y entender la decisión de llevar adelante esta acción. Viniendo de tu experiencia resulta para mi totalmente válido. Gracias por compartirlo.
    Saludos,
    Liani Hernández

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