lunes, 13 de julio de 2015

Debemos criar hijos sensibles para crear adultos sensibles. Miguel A. Terán

Debemos criar hijos sensibles para crear adultos sensibles.
Miguel A. Terán

Entre los valores de la familia, la sensibilidad es uno de los pilares fundamentales para desarrollar individuos y sociedades con sentido de equidad y justicia.  Ser sensibles nos permite empatizar, poniéndonos en el lugar de los demás, para percibir y sentir de manera real las emociones, necesidades y  sentimientos ajenos, a la vez que nos vinculamos de manera profunda, no superficial, con quienes nos rodean y comprendemos. 
La sensibilidad nos permite percibir y comprender a las personas, considerando sus particulares circunstancias, experiencias de vida y entornos, como elementos que de alguna manera han moldeado sus creencias, paradigmas y conducta. La sensibilidad permite solidarizarnos también con ciertas situaciones que ocurren en sociedades y pueblos.    
Desarrollar hijos sensibles requiere educarles y formarles, no solo para escuchar, sino para comprender a otras personas, percibiendo sus particulares condiciones y razones,  para lograr ponerse, literalmente,  “en sus zapatos”.  Llegar a juzgar a otros desde nuestra  perspectiva, siempre podría ser fácil, más aún cuando la educación, experiencia y condiciones económicas lo permiten. Pero, la realidad debería ser que la mezcla de educación y experiencia contribuyan para que  ampliemos horizontes y perspectivas, desarrollando nuestra capacidad de comprensión.   
Al respecto, el Monje Budista y Maestro Zen vietnamita Thich Nhat Hanh, considera que “La compasión solo es posible, cuando la comprensión está presente”,  en otras palabras, sin la necesaria conciencia, será imposible tener la comprensión requerida para ser compasivos con quien sufre particulares circunstancias, penalidades o desgracias. 
El periodista y escritor uruguayo Eduardo Galeano refería que "A diferencia de la solidaridad, que es horizontal y se ejerce de igual a igual, la caridad se practica de arriba-abajo, humilla a quien la recibe y jamás altera ni un poquito las relaciones de poder". Una persona sensible debe practicar la solidaridad, que conlleva compromiso de nuestra parte y no la simple dádiva  o limosna. 
Ser sensible no es sinónimo de debilidad, por el contrario, es sinónimo de humanidad, para reconocer que las necesidades y circunstancias de alguien pueden ser distintas a las nuestras, y demostrar genuina preocupación, interés y espíritu de colaboración por ese otro. Un individuo simpático no necesariamente es empático, son características diferentes. Al igual que un individuo flexible no necesariamente es sensible, porque la sensibilidad contiene a la flexibilidad, pero no al revés.   
Un individuo sensible entiende no solo razones sino también emociones. Es capaz de buscar lo positivo en todo,  porque a través de las experiencias que vivimos, sino conseguimos lo que esperábamos, seguramente aprendimos lo que necesitábamos. 
Cuando tenemos capacidad de abandonar nuestra individualidad y confort, para pensar y sensibilizarnos por los demás, no solo estaremos en capacidad de ayudarlos, sino que también estaremos ayudándonos a nosotros mismos a mejorar y superar nuestras propias debilidades y limitaciones como seres humanos, dejando a un lado el egoísmo,  que empobrece nuestra esencia humana y espiritual. 
Si logramos, con la práctica y el diario ejemplo, que la sensibilidad llegue a ser parte de los valores y hábitos de nuestros hijos; entonces, ellos llegarán a comprender y valorar a otros, no solo a criticarlos o juzgarlos; de esa manera, estaremos desarrollando adultos sensibles que construirán sociedades sensibles y un mundo más armónico, balanceado, equilibrado y justo.

Julio 14, 2015. 

Miguel A. Terán
Psicología, filosofía y coaching.

Twitter: @MiguelATeranO
Nota: imagen extraída de la web
Referencias: Tomadas de Wikipedia + RAE (Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española).


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