domingo, 15 de febrero de 2015

REFLEXIÓN DEL DÍA (Lunes 16 de Febrero de 2015)‏

“No permitas que una conquista te conquiste, ni dejes que una derrota te derrote”.

Autor Anónimo.

REFLEXIÓN: Es un hecho que muchas personas son víctimas de su propio “éxito”. Se dice que nada traiciona tanto como el éxito. El problema parece comenzar por no haberlo definido antes de salir en su búsqueda, ya que no sabremos cuándo lo hemos alcanzado y, por tanto, tampoco sabremos cuándo detenernos.
El escritor portugués y premio Nobel de Literatura (1998) José Saramago, plantaba una interesante perspectiva de lo que representan la conquista y el fracaso, utilizando la palabra victoria en sustitución de conquista, decía “La derrota tiene algo positivo, nunca es definitiva. En cambio la victoria tiene algo negativo, jamás es definitiva”. Es cierto que a ambas, tanto a la victoria como el fracaso, somos nosotros quienes con nuestra actitud y conducta podemos convertirlas en temporales o casi definitivas. 
El filósofo, profesor espiritual  y escritor Vernon Linwood Howard, planteaba años atrás que "Has tenido éxito en la vida cuando todo lo que realmente deseas es lo que verdaderamente necesitas". Esa conquista que tanto deseamos, pero que no necesitamos, es causante de que muchos pierdan contacto con su esencia y humanidad, y tal cual refirió el escritor argentino Antonio Porchia “Si no levantas los ojos, creerás que eres el punto más alto”.
El militar y gobernante francés Napoleón Bonaparte, considerado como uno de los mayores genios militares de la Historia, afirmaba: “La batalla más difícil la tengo todos los días conmigo mismo”.
En el otro lado está el fracaso, que entendemos como el resultado de no haber alcanzado o logrado lo que nos habíamos propuesto, y que llevado al extremo lo tildamos de derrota. Pero que tampoco es válido permitirle el derecho de acabar con nuestro ánimo y autoestima. El Libertador  Simón Bolívar afirmaba que “El arte de vencer se aprende en las derrotas”. No consideremos nunca la derrota como un fracaso, porque el fracaso  se hace realidad cuando no somos capaces de asumir la derrota. El escritor suizo Joël Dicker, recomendaba “Aprende a amar tus derrotas, pues son las que te construirán. Son tus derrotas las que darán sabor a tus victorias”.
Un proverbio chino nos recuerda que “Aprendemos poco de la victoria pero mucho de la derrota”, parece mentira, pero es así. Mientras el Presidente estadounidense John F. Kennedy consideraba que “La victoria tiene un centenar de padres, pero la derrota es huérfana”. Y Sir Winston Churchill, el reconocido estadista y Primer Ministro británico, afirmaba que “Los problemas de la victoria son más agradables que los de la derrota, pero no menos difíciles de resolver”.
Luego de las victorias y conquistas, debemos aprender a luchar con un poderoso enemigo el orgullo, la vanidad y la soberbia.  Las conquistas nos envanecen haciendo que nuestro ego nos domine y extraviemos el rumbo hacia nuestro sueño original. La novelista británica del siglo XIX, Jane Austen, planteaba que “La vanidad y el orgullo son cosas distintas, aunque muchas veces se usen como sinónimos. El orgullo está relacionado con la opinión que tenemos de nosotros mismos; la vanidad, con lo que quisiéramos que los demás pensaran de nosotros”. 
Luego de transitar a través de derrotas y fracasos, debemos aprender a luchar contra nosotros mismos, para impedir que estos dos impostores, como los definió el escritor británico Rudyard Kipling, nos hagan perder el camino hacia nuestros verdaderos sueños, llevándonos por otros senderos que no conducen ni a la paz ni mucho menos a la felicidad. Parece un hecho, que el resultado real de todas las batallas lo recogeremos al final de nuestra vida, no valdrán de mucho los triunfos o derrotas parciales, y es allí –en aquel momento- donde el triunfo o el fracaso,  podrían ser algo definitivo, porque el tiempo se nos habrá acabado. 



Miguel A. Terán 
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Nota: imagen extraída de la web

Referencias: Tomadas de Wikipedia. 

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 “Sueña, vive, reflexiona, aprende, ayuda y ora”.

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