sábado, 27 de septiembre de 2014

LA COMUNICACIÓN – La gran ausente en estos tiempos tecnológicos‏


Parece paradójico, opuesto a lo que se puede pensar, pero es una realidad que en estos tiempos hemos venido perdiendo espacios de real comunicación, transformándola en algo artificial, aislado del sentido, contenido y del necesario contacto para la efectiva y adecuada interacción entre seres humanos.  El acto de comunicar requiere que la información transmitida tenga algún efecto sobre quien la recibe, modificando cuando menos su conocimiento sobre el tema y pudiendo afectar o alterar los sentimientos, emociones, conductas o acciones del receptor. Este proceso permite interpretaciones alineadas o no con la idea de quien intenta comunicar.
La capacidad de asombro ante esta realidad también ha perdido sus límites, ya en  Internet ha sido mencionada la creación de una chaqueta para dar abrazos vía web o sea abrazos virtuales. Muchos procesos humanos han desvirtuado su esencia, pasando de contactos reales a virtuales, transformándose en otra cosa y los resultados de este cambio se verán en el tiempo.
Expresiones tales como “La era de las comunicaciones” son incorrectas; tal vez “La era de la Información” sea una definición más acertada. Estamos llenos, mejor dicho sobre saturados,  de datos e información, pero mucha de esa data e información requiere profundizarla,  analizarla y  evaluarla, de lo contrario difícilmente llegue a convertirse en algo que nos comunique. Por ello, podemos afirmar que navegamos en un mar de datos e información y nos ahogamos en la ignorancia del desconocimiento.  
El tiempo que debió habernos cedido o ahorrado la tecnología, esa misma tecnología ofrece múltiples alternativas para nuevamente quitárnoslo. Hemos perdido espacios de reflexión, meditación y conversación interna, de contacto y compartir en un mundo real, de sueños e inclusive de descanso y afecto.
Son cosa del pasado, las conversaciones familiares diarias en la mesa al momento de las comidas, las conversaciones con nuestros padres o amigos en el camino al colegio, las historias contadas por nuestros abuelos, los juegos de niños con nuestros amiguitos de la cuadra, todas esas y otras más ejercieron un importante rol en la  formación y consolidación de nuestras creencias,  valores y cultura.
Hoy día la televisión, internet, los teléfonos inteligentes y toda clase de juegos y equipos electrónicos, nos ensordecen, enmudecen, aíslan e insensibilizan; mientras los dedos al chatear, sustituyen nuestros –ahora enmudecidos-  labios, porque es una realidad que cada vez hablamos menos y escribimos más. 
Nuestro lenguaje escrito se reduce y se atrofia al llenarse de recortes, para expresar en reducido espacio y tiempo lo que deseamos decir. Las opciones de interpretación, en espacios reducidos, por ejemplo a 140 caracteres,  brindan toda la gama de opciones para desvirtuar, tergiversar o distorsionar el mensaje recibido, perdiéndose la idea original. 
Dedicarnos a enviar innumerables mensajes de textos y tomar infinita cantidad de fotografías, nos quita o disminuye el placer de lo que realmente estamos haciendo, al pasarlo a un segundo plano. Una vida sobrecargada de actividades, que se solapan, entre las cuales hay unos cuantos electrónicos inmiscuidos, en acción simultánea, música, chat, video, fotografías, teléfono, tabletas, computadora, etcétera, que desenfocan el disfrute y el placer, convirtiéndonos en seres insaciables en busca de algo más, resultado de no disfrutar de nada.  
Es común ver una mesa de un restaurante donde todos están en “modo chat”, o sea ausentes o distraídos del lugar, presentes en cuerpo, pero alejados en lo demás. Ensimismados en sus equipos electrónicos y refiriendo –en vivo y directo- a través de sus chats y redes sociales,  fotografías, post y tweets, múltiples detalles de su actividad, mientras a ellos mismos se les escapa el momento.  
Triste realidad, nos acercamos a los lejanos y no alejamos de los cercanos, esa es la paradoja de la tecnología. Aunque, a decir verdad,  la pérdida real es con los cercanos, porque los lejanos de todas maneras están lejos, no se pueden abrazar de verdad, ni sentirlos a nuestro lado. Para abrazarlos, sentirlos y olerlos, debemos acercarnos y en persona, no en lo virtual. Mientras todo ese embrujo tecnológico ocurre, el momento con los cercanos se ha esfumado o desvanecido, quedando solo la fotografía, pero no así el  momento ni el recuerdo. 
La tecnología parece ser un buen sirviente pero un terrible amo, si le permitimos nos  convertirá en sus esclavos. El reto es rescatar la verdadera comunicación, el contacto personal, porque ésta ha sido la diferencia entre humanidad y la animalidad.
Miguel A. Terán

Twitter: @MiguelATeranO
 Foto ilustrativa extraída de la Web.

Nota del autor del Blog: Vivir en un mundo mejor solo podemos lograrlo compartiendo –con los demás- nuestra riqueza, sea esta material, cultural o espiritual. En el caso de compartir lecturas, nunca  sabemos cuándo unas sencillas palabras pueden hacer y ser la diferencia en la vida de alguien, al motivar cambios que le lleven a un nuevo destino. Por ello, la invitación es a compartir esta reflexión en: www.miguelterancoach.blogspot.com. Recordemos la frase de Isaac Bashevis Singer,  Premio Nobel de Literatura (1978): “El conocimiento nos hace responsables”

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