miércoles, 2 de febrero de 2022

AGRADECER: El eslabón perdido en las relaciones humanas por: Miguel A. Terán

Artículo publicado en LOS TIEMPOS Newspaper – Miami, Florida. USA - Edición Enero 2022.

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Consideré válido comenzar el año escribiendo sobre el tema de agradecer, ese necesario y vital sentimiento de gratitud a través del cual demostramos estima, valoración, aprecio o reconocimiento hacia otro por lo que ha hecho o ha intentado hacer en nuestro beneficio o favor. La gratitud en su definición incluye corresponder de alguna manera; por ello, debemos expresar la gratitud que sentimos mediante palabras, objetos, acciones o gestos. “Sentir gratitud y no expresarla es como envolver un regalo y no darlo”, afirmaba el escritor inglés William Arthur Ward.

Al agradecer debemos reconocer el hecho, el gesto o la acción en sí misma, no el contenido ni el valor de lo recibido, porque en el momento que pretendemos calificar o valorar lo recibido nos arriesgamos a no agradecer, atrapados por las terribles expectativas. Damos por hecho o simplemente consideramos que merecemos las cosas, gestos, apoyo, ayuda, etcétera, que recibimos de otros; por tanto, es fácil olvidar que debemos agradecer.

Las expectativas exageradas o nada realistas constituyen una de las causas que más comúnmente afectan el agradecimiento, porque todo lo recibido podría parecernos poco, debido a que siempre esperábamos más y concluimos que no hay nada que agradecer. Esa exageración de expectativas definitivamente acaba con el agradecimiento, ya que es común que las expectativas sean superiores a lo que hemos recibido.

La falta de humildad es otro de los enemigos del agradecer, porque impide que seamos agradecidos, al creer que lo sabemos todo, que lo merecemos todo y considerarnos únicos autores y protagonistas de nuestros logros y éxitos. Es muy común, en estos tiempos, reconocer que nuestros jóvenes, a quienes les hemos dado de todo y más, son poco agradecidos y parecen considerar que lo recibido simplemente lo merecían, sin reconocer el esfuerzo de sus padres. Definitivamente, debemos enseñar a quienes vienen detrás de nosotros, a las nuevas generaciones, a ser agradecidos y a expresar ese agradecimiento.

Otro de los enemigos de la gratitud es el tiempo, y bien lo expresó el famoso autor de la obra “El Padrino”, el escritor estadounidense Mario Puzo, cuando dijo “El tiempo hace estragos en la gratitud, aún más que en la belleza”.

Debemos agradecer y nunca olvidar, pasando de la palabra a los hechos, con aquellos quienes han sido clave en nuestros logros personales, educativos, profesionales, familiares o económicos. Un breve pero contundente proverbio chino dice: «Cuando bebas agua, recuerda la fuente». Olvidamos lo que éramos cuando escalábamos hacia el éxito e incluso olvidamos a nuestros compañeros de trayecto, porque aparecen nuevos "amigos y nuevos héroes". 

Hoy estamos arriba y mañana quizás abajo; por ello, no debemos olvidar cuando estamos arriba lo que era estar abajo, ni a quienes nos acompañaron en nuestras épocas difíciles o en nuestra época de crecimiento. Muchos personajes de ese pasado fueron vitales para nuestros logros presentes, no los olvidemos y ayudémoslos ahora, si es posible.

Es válido aclarar que en la gratitud la “obligación” no existe; en otras palabras, la gratitud no debe ser resultado de un intercambio de favores. Agradecer no significa estar en deuda, porque de ser así solo estaríamos intercambiando favores, pero el extremo oscuro de agradecer es la ingratitud. Algunos piensan que si alguien les ayudó fue porque le sobraba. Y otros no agradecen por considerar -como mencionamos líneas atrás- que simplemente se lo merecen todo. En definitiva, parece que a muchos nos cuesta agradecer y ello nos convierte en ingratos y mal agradecidos.

En otra perspectiva, ocurre con frecuencia que algunas personas al ayudar consideran que quien recibió su ayuda les debe "Hasta el Alma". Debemos ayudar sin interés, a quien necesita nuestra ayuda, y agradecer a todo aquel que de alguna manera nos ayudó o aún nos ayuda.  Al ayudar debemos olvidar y al recibir ayuda por siempre recordar.

Sin embargo, no podemos negar que también es realidad la existencia de quienes dan o pagan con “espejitos”, y llenos de expectativas, esperan a cambio de esos espejitos un agradecimiento eterno e incondicional de los demás.  Estos mercaderes personajes sienten, sufren y vociferan la falta de agradecimiento de las personas, pero al no ser honestos con ellos mismos para reconocer lo poco y hasta miserable de su ayuda, en comparación con sus reales posibilidades, sienten traicionada su “buena voluntad y desprendido gesto”.

Por supuesto, que no debemos confundir un gesto de buena voluntad con un gesto de justicia, en el primero de ellos, la obligación no existe, en el segundo sí. Por ejemplo, si alguien me paga un salario o una compensación justa por realizar un trabajo, puedo y debo agradecer a esta persona la oportunidad de permitirme haber trabajado, no el salario o la compensación, porque éstos fueron simplemente un acto de justicia y de cumplimiento a un acuerdo previamente adquirido. Un autor anónimo refería «Que agradecer por el pago recibido, según lo acordado, sería como dar las gracias a un cajero automático por darnos dinero».

La verdad es que cuando ayudamos debemos hacerlo sin ningún interés en ser retribuidos por nuestra acción. Más, sin embargo, y es una triste realidad que detrás de muchas “desinteresadas”, “desprendidas” o “caritativas” ayudas hay oscuros intereses. “Si haces bien para que te lo agradezcan, mercader eres, no bienhechor; codicioso, no caritativo”, reconocía el escritor español Francisco de Quevedo.

Entonces, seamos bien agradecidos, pero de corazón.

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