domingo, 1 de noviembre de 2015

Si lo que hacemos para vivir satisface nuestras necesidades podríamos considerar que vivimos en vacaciones. Miguel A. Terán

Si lo que hacemos para vivir satisface nuestras necesidades podríamos considerar que vivimos en vacaciones. 
Miguel A. Terán


Afirmaba el filósofo chino Confucio: “Elige un trabajo que te guste y no tendrás que trabajar ni un día de tu vida”. Sin criticar a Confucio, porque tenía toda razón, lo que ocurre en la realidad –de nuestros días- es que muchas veces nos vamos enredando en compromisos, principalmente económicos, que nos llevan a “Vivir para trabajar y no a trabajar para vivir”.

Muchos compromisos que adquirimos no satisfacen reales necesidades, sino simples y banales deseos.  Esa maraña de compromisos para satisfacer deseos crecerá continuamente, llevándonos a la trampa de lo insaciable, expresión del reconocido psicólogo Walter Riso. Los deseos, diferenciándolos de las necesidades, son resultado de un aprendizaje social y por tanto no son necesarios.

Luego, en la mencionada maraña, quedamos atrapados haciendo trabajos y tareas que no –siempre- nos satisfacen, pero que se convierten en un medio para responder a los compromisos y obligaciones que hemos adquirido en busca de satisfacer esos innumerables deseos; por ello,  recorremos todo un año soñando y añorando nuestras vacaciones.

Una de las tantas contradicciones de la vida es que tomamos importantes decisiones a temprana edad, casi saliendo de la adolescencia, que nos acompañarán por mucho tiempo y algunas veces por siempre. Una profesión podemos escogerla por variadas razones, en momentos en que aún no hemos descubierto nuestra verdadera pasión ni habilidades.

En innumerables oportunidades esa profesión la escoge un tercero por nosotros, nuestros padres, un amigo o profesor con influencia sobre nosotros o por simples posibilidades económicas. Muchos jóvenes inclinan su decisión de escogencia profesional basados en el supuesto o potencial beneficio económico de algunas carreras o actividades, apagando o extinguiendo temporalmente sus pasiones, que para muchos se encienden años después o simplemente terminan formando parte de sus frustraciones en la ancianidad, que les roban espacios a la paz requerida en esos día finales. 
     
Algunas veces nos enamoramos por el camino de esa profesión, que escogimos por azar,  y logramos una mezcla perfecta, recibir ingresos o pagos por hacer lo que nos gusta y apasiona. Otras veces, nos convertimos en simples mercenarios, percibiendo un pago por los servicios o la tarea que realizamos y esperando el día de vacaciones.
Alguien refería que la idea sería “Llevar una vida en la que no necesitemos unas vacaciones”, que vivamos en vacaciones con lo que hacemos cada día.  El límite para esclavizarnos es nuestra responsabilidad.

02 de Noviembre de 2015.

Miguel A. Terán
Psicología, filosofía y coaching.

Twitter: @MiguelATeranO
Nota: imagen extraída de la web
Referencias: Tomadas de Wikipedia + RAE (Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española.


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