domingo, 18 de octubre de 2015

Cuando nuestro corazón nos dice que no, respetemos su decisión. Miguel A. Terán

Cuando nuestro corazón nos dice que no, respetemos su decisión.
Miguel A. Terán

La consigna sería “Sigue tu corazón”, cuando éste sugiere que no hagamos algo. Por lo contrario, “Cuando nuestro corazón nos dice que sí, que hagamos algo”, parece válido que verifiquemos sus argumentos y razones antes de seguirlas. 
¿Por qué aceptar un “No” y reconsiderar un “Si”? ¿Por qué seguir su recomendación sin discusión cuando dice que no y cuestionarlo cuando dice que sí? Quizá la razón de este argumento sea que cuando el corazón se involucra pierde objetividad y lo dominan las emociones y pasiones, por tanto, puede ser un riesgo. 
Se dice que “el amor es ciego y la locura lo acompaña”.  El filósofo y ensayista español José Ortega y Gasset afirmaba que al enamorarse nuestra conciencia se estrecha, empobrece y paraliza. Aunque quizá eso es parte de la riqueza y placer del amor. 
De ninguna manera se pretende afirmar que una evaluación y consideración más racional y objetiva concluya siempre con un “No” definitivo, pero cuando menos podemos conseguir un “Sí” más consciente, menos impulsivo y menos loco; aunque ello tampoco es garantía de éxito en el largo plazo, porque son muchas las variables y circunstancias que han de vivirse en una relación en la cual el corazón ha estado involucrado.   
Luchar contra la tendencia y las estadísticas es todo un  reto, pero un corazón cargado de  emociones y sueños es capaz de intentarlo, contra la corriente. Existen historias de batallas y luchas por amores que luego de múltiples vicisitudes concluyen bien, pero la mayoría de ellas ocurren en las novelas.  Hay casos exitosos en la vida real y quizá algunos lectores tengan su propia historia de persistencia y éxito, pero también hay infinitas historias de fracaso, no siempre contadas. 
“La magia del primer amor consiste en nuestra ignorancia de que pueda tener fin”, expresaba el estadista inglés Benjamin Disraeli. Desgraciadamente, después que ese primer amor no sobrevive, comprendemos que el fin es una posibilidad en cualquier amor.  Mientras que el dramaturgo español Jacinto Benavente planteaba “Si la pasión, si la locura no pasaran alguna vez por las almas ¿Qué valdría la vida?”. 
En la práctica, para ambos casos, un sí o un no, sería mejor colocar un poquito de razón y sacrificar un poquito de pureza, encanto y pasión, para evitar decisiones apresuradas de consecuencias indeseadas. Es un hecho que hay diferencias que, si bien no son irreconciliables, representan una dura lucha que algunas veces nos deja vencidos sin poder disfrutar de un final feliz.   
Parece que el corazón es muy perceptivo para los no, pero un poco menos sensible para los sí. En el amor como en la guerra, algunas veces es mejor una retirada a tiempo. Teniendo cuidado de no desperdiciar las verdaderas oportunidades, esas que no solo ofrecen presente, sino también futuro, pero que pasan y no siempre vuelven. Con razón expresaba el escritor y teólogo inglés William George Ward que “Las oportunidades son como los amaneceres: si uno espera demasiado, se los pierde”. 
Pero tengamos siempre presente que “Todas las pasiones son buenas mientras uno es dueño de ellas, y todas son malas cuando nos esclavizan”, tal cual lo reconocía el filósofo francés Jean Jacques Rousseau. Es necesario el sano equilibrio para escoger adecuadamente que aventura amorosa puede llevarnos a esa mezcla de razonable locura, emoción, paz y felicidad, en la cual disfrutemos del presente sin sacrificar futuros y sin dañar a nadie, menos a nosotros mismos.

19 de Octubre de 2015.

Miguel A. Terán
Psicología, filosofía y coaching.

Twitter: @MiguelATeranO
Nota: imagen extraída de la web
Referencias: Tomadas de Wikipedia + RAE (Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española.


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