lunes, 3 de agosto de 2015

Existen abismos entre lo que leemos, interiorizamos y lo que finalmente practicamos. Miguel A. Terán

Existen abismos entre lo que leemos, interiorizamos y lo que finalmente practicamos.
Miguel A. Terán

Sin duda que adquirir el placer y el consiguiente hábito de leer es uno de los aspectos más importantes para nuestro desarrollo como seres humanos. Lastimosamente,  tal cual lo expresó el escritor argentino Jorge Luis Borges  “El verbo leer, como el verbo amar y el verbo soñar, no soporta el modo imperativo”. Por su parte, la religiosa Santa Teresa de Jesús, otorgando valor e importancia a la lectura decía “Lee y conducirás, no leas y serás conducido".
Es posible leer algo que nos interesa e incluso que nos motive a considerar cambios en nuestra vida, nuevas ideas o formas de hacer o ver algo, pero cuando no tomamos suficiente tiempo para reflexionar e interiorizarlo,  incorporándolo o haciéndolo parte de nuestra forma de ser, de pensar y de sentir, con el tiempo el efecto inicial desaparece y con éste la posibilidad de cambio. 
Al no interiorizarlo, la consecuencia inmediata es que ante cualquier obstáculo, dificultad o impedimento, por pequeño que éste sea, abandonamos la posibilidad de llevar a la práctica la idea o cambio. Luego, el reto hubiera sido convertirlo en hábito para hacerlo parte de nuestra regular conducta. 
Es absolutamente cierto que en este mundo tecnológico cargado de datos, debemos revisar y filtrar muy bien lo que recibimos, para evitar llenarnos de información falsa, manipulada o tergiversada. Sin embargo, es importante, tal cual lo refería el ex Presidente estadounidense John F. Kennedy, que  “Debemos saber todos los hechos, escuchar todas las alternativas y oír todas las críticas. Acojamos libros polémicos y autores controvertidos". 
Lecturas y noticias importantes en poco tiempo ni siquiera son recordadas, mientras surge interés en lecturas epidérmicas, cosméticas o superficiales, como las queramos llamar, en un mundo que da muchos espacios y titulares a lo banal o lo insustancial. Las urgencias y el ritmo de vida convierten muchos temas que deberían ser tratados con la debida profundidad en simples recetarios de cocina, que nos invitan a rebajar de peso en tres pasos, hacernos ricos en 30 segundos y pare de contar. Ponemos atención a lecturas de farándula, pero nos adormecemos o demostramos indolencia o desinterés ante lecturas sobre temas de mayor importancia e impacto en lo personal, humano o social.
Es un hecho que la lectura nos brinda la teoría necesaria para comprender muchos procesos.  “Nada hay más práctico que una buena teoría”, decía el psicólogo alemán Kurt Lewin.  En similar idea, siglos atrás el sabio italiano Leonardo Da Vinci, reconocía que “Los que se enamoran de la práctica sin la teoría son como los pilotos sin timón ni brújula, que nunca podrán saber a dónde van”. 
La sabiduría debe permitirnos utilizar con destreza nuestros conocimientos, dando sentido y rumbo a nuestras experiencias. “La práctica debería ser producto de la reflexión, no al contrario”, refería el escritor alemán Hermann Hesse. Ese transitar entre lectura, reflexión, interiorización de lo leído y reflexionado, junto a la puesta en práctica de aquello que consideremos aplicable e importante, es vital para lograr transformarnos y crecer como seres humanos, mientras brindamos nuestro aporte como miembros de la sociedad.  

Agosto 04, 2015. 

Miguel A. Terán
Psicología, filosofía y coaching.

Twitter: @MiguelATeranO
Nota: imagen extraída de la web
Referencias: Tomadas de Wikipedia + RAE (Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española).


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