¿Por qué nos encanta criticar?
Miguel A. Terán
Son cuantiosas las horas que se pierden criticando
a otros, sin ningún interés real de mejora. Un pariente cercano de la crítica
es la queja, a la cual se dedican también innumerables horas, por cierto, igual
de improductivas. La característica común a ambas es que se enfocan más
en el supuesto problema que en considerar alternativas de solución.
Para efecto de dejar claro –lo que podría ser- un
juego de palabras, es prudente establecer la diferencia entre una crítica
constructiva y una destructiva. Hacer un planteamiento crítico, es una cosa, y
otra cosa distinta es tener una actitud criticona. En la primera, hay
argumentos, interés y una propuesta o alternativa de mejora; en la segunda, es
una crítica sin argumentos, alternativas ni opciones de mejora; podemos decir
una crítica en el sentido más básico, sin interés en alcanzar mejoras, pero sí
quizá cargada de algo o de mucha envidia.
Si bien es cierto que la crítica requiere alguien
que la emite, también juega un rol importante quien la escucha. Refería la
Santa Madre Teresa de Calcuta, que “Quien dedica su tiempo a mejorarse a
sí mismo, no tiene tiempo para criticar a los demás”. La crítica hace su
hábitat en el ocio, porque cuando se está ocupado no se dispone del tiempo
requerido para emitirlas, escucharlas ni hacernos eco de las mismas.
Cuando alguien dedica tiempo a la crítica no
constructiva, aparte de tener posiblemente una “agenda oculta”, con seguridad
no sabe de qué manera utilizar su tiempo productiva y sanamente.
El político británico Sir Winston Churchill
consideraba que las críticas no son agradables, pero son necesarias. Una crítica
bien enfocada, sin argumentos emocionales, brinda la posibilidad de alcanzar
mejoras. Mientras una crítica cargada de emocionalidad y poca racionalidad,
será tomada de manera negativa.
La crítica debe ser resultado de una actitud
responsable y respetuosa hacia los demás, de manera tal que la parte que la
recibe sienta que se pretende ayudarle y apoyarle a hacerlo mejor. Debemos ser
cuidadosos de no argumentar nuestra crítica desde una perspectiva limitada por
nuestras propias creencias y paradigmas, porque se perdería toda objetividad.
Debemos, igualmente, ser abiertos a la
crítica como parte de nuestro interés y decisión de mejorar, desarrollarnos
y crecer, reconociendo y diferenciando la actitud crítica de la actitud
criticona, para dedicar tiempo a escuchar la crítica dirigida a corregir y
mejorar.
24 de Septiembre 2015.
Miguel A. Terán
Psicología, filosofía y coaching.
Blog: www. miguelterancoach.blogspot.com
Twitter: @MiguelATeranO
Nota: imagen extraída de la web
Referencias: Tomadas de Wikipedia + RAE
(Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española
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